Iniciábamos la semana y el madridismo futbolístico exultaba porque, por fin, estaban los primeros en la tabla de clasificación de Primera División. El equipo celebró la victoria ante el Sevilla, como si fuera la madre de todas las victorias. Era mucha la ansiedad acumulada durante las últimas jonadas: que si Raúl está en el banquillo; que si Kaká no está fino (por no hablar de Benzemá); "confiemos en Guti"; etc. El Domingo por la noche se empezaba a inflar el perro o la burbuja inmobiliaria (que de eso saben mucho en el Madrid). Y es lógico. El desembolso en fichajes del Real Madrid durante el mercado estival superó los 260 millones de euros (manda huevos, ¡más de 4.316.000.000 de pesetas!), y hasta la fecha -fuera de la Copa del Rey- el único logro de los merengues es estar los primeros de la liga. Pero, dejando a un lado fanfarrias, vítores y "villaratos", la realidad sobre el campo es bien distinta. El liderazgo blanco es un mal pespunte, cogido con los mismos puntos del Barça.
Esta noche el Madrid se ha venido a pique y no ha sido capaz de eliminar al Olympique de Lyon, un equipo (lo hemos visto todos) bastante limitado, sin estrellas rutilantes, sin anuncios de ropa interior masculina y con un presupuesto irrisorio comparado con el del Real Madrid; por cierto, me pregunto si lo de "Real" no será por los antiguos reales. Y es que alguno debe pensar que el césped, por ser verde, es un tapete de Póker donde lo principal es el dinero que se mueve y los faroles; hoy el trio sucio -con comodín- de ases merengue, C. Ronaldo, Kaká y Guti (es fácil saber quién es el joker) no ha ganado la mano.
Ya en el Marca se questiona a Pellegrini. Guti denuncia el excesivo individualismo. Kaká, que es miembro de la Iglesia Evangélica, hace penitencia y pide perdón a la afición. Y Ronaldo, que es Cristiano, ¡ay Ronaldo! Habrá que oír lo que nos cuenta el teórico-retórico del Madrid, Valdano.