Del conducir y del machismo

Publicado el 09 mayo 2016 por Lya
Aunque el cuerpo sólo me pide seguir hablando de lo mismo, de lo único, a saber, Muse, Bellamy, Muse, Bellamy, Bellamy, Bellamy, Muse, creo que debo variar de temática, no me vayáis a coger manía. Ahora, ya os digo, a mí esto no se me va a pasar fácilmente. Me he enamorao. Que yo, reconozco, era aficionada, pero sin pasarse. De saberme tres o cuatro canciones y tararear el resto y tener claro, eso sí, que si de molar hablamos, póngame primero a Muse y luego ya el resto que hagan méritos. Pero eso era antes de lo del viernes. Ahora soy FAN LOCA DESATADA. 
Se me pasará, de verdad. Se me pasará. Espero. 
Bueno, eso, que yo venía a hablar de otro tema. Y es que me he acordado de una conversación de tuiter en la que el otro día me entrometí sin remilgos. Es que el tema me tocaba de cerca y no pude evitarlo. Bettie hablaba con alguien acerca del carné de conducir y de los exámenes, autoescuela y demás. Y ahí entré yo cual miura para relatar mi experiencia, que ahora amplío, por si a alguien le sirve de ayuda. 
El examen de conducir es, en resumen, lo peor. Sacarse el carné, mejor dicho, es lo peor, porque cuesta un dineral y porque, salvo aquellos que van sobrados, al resto de la humanidad nos cuesta lo suyo y lo del de más allá, no te digo ya si eres mujer. Porque, hay que asumirlo, si ovulas entran en juego multitud de factores que, en ocasiones -no siempre y no por regla general- complican más el asunto. Y quien dice factores dice machismo. 
Y aquí es donde aparece mi experiencia personal e intransferible. Yo me apunté a una autoescuela en concreto porque era la más cercana a casa y con la que, más o menos, había confianza. La verdad que no me planteé hacer un estudio previo antes de dar el paso, se dio por supuesto que iría a esa, y a esa fui. A todo esto, servidora se sacó el carné ya en edad de merecer (aún no lo he renovado, aunque me queda poco), por aquello de que quería pagárselo de su bolsillo. 
Con el teórico no me fue mal, aunque ahora con la distancia me doy cuenta de que aprobé gracias a lo que encontré por internet, porque la autoescuela era bastante penosa en ese aspecto. Pero, en fin, en dos meses lo tuve, y no fue antes porque empecé en julio y pilló agosto por medio. Aprobé un 12 de septiembre, grandioso día a recordar. 
Así, la primera vez que conduje un coche fue poco después, el día 15. Y, creo que ya os lo he contado alguna vez, fue recorrer unos metros y saber que aquello era lo mío. Adoro conducir, para mí es de las mejores sensaciones del mundo. Y lo supe, ya os digo, desde la primera clase práctica. La terminé emocionada, muy contenta, deseando seguir con aquello. 
¿Qué pasó para que un mes después dejara la autoescuela llorosa y deprimida, sin ganas de nada? Pasó un profesor gañán, maleducado y machista, que daba las clases a voces y que seleccionaba, estoy segura, entre sus alumnas a aquellas a las que exprimir dinero, socavando su seguridad y erigiéndose en su salvador. "¿Ves como no sabes? ¿Ves lo que te digo? ¿Ves que casi nos matamos? ¿Ves que no puedes presentarte? Si es que me tienes que hacer caso, ¿qué diría tu padre si te viera, eh?" Estas eran sus frases favoritas. 
Pese a esto, aguanté algo más de un mes. Hasta que ya casi a finales de octubre le insinúe, valiente de mí, que me gustaría presentarme al examen, porque me veía bien. Pese a sus voces y gritos, yo veía que progresaba y me sentía segura al volante. Evidentemente, aquel primer comentario sobre el examen no significaba hacerlo al día siguiente, ni siquiera a la semana siguiente. Pero sí quería fijar ya una fecha, antes de Navidad, para tenerla en la mente y motivarme más. Tan sólo era eso. 
Su respuesta fue un "bueno, bueno, de qué vas". Pero lo peor vino después, durante la clase práctica en la que, grito tras grito, se coronó con la frase "¿Y te quieres presentar antes de Navidad? ¿Tú? ¡Tú no vas a aprobar ni en Semana Santa!" Estábamos en octubre, recuerdo.
Haceos idea del estado en el que me encontraba cuando me bajé del coche. Eso sí, supe que no volvía. Le pedí que me dejara airearme mientras los compañeros seguían con sus clases, y me marché para no volver. Me pillé un autobús, le puse un mensaje diciéndole que me tomaba un descanso y que ya le diría cuando volvía, si es que volvía, que ya le pagaría y hasta más ver. 
Tras esto, un par de días de llorera en casa, de sentirme una inútil y de pensar que nunca iba a aprobar el carné de conducir. Hasta que un par de amigas me convencieron para ir a otra autoescuela y contar mi historia. Así lo hice y resultó que yo no era la primera que aparecía por allí deprimida y llorosa, sintiéndose una incapaz por culpa de esa mala bestia de profesor. Que habían tenido más casos de chicas, mujeres, que habían salido de ese lugar pensando que jamás aprobarían. 
En la nueva autoescuela me abrieron los brazos, se encargaron de todos los papeleos y me hicieron hueco en sus clases prácticas, aunque tuve que esperar un par de semanas hasta que pude volver a conducir. Me trataron en todo momento con educación y afabilidad, como debe ser, y aún hoy cuando los veo por ahí me falta abrazarlos de lo agradecida que me siento. Aprobé el práctico un 18 de diciembre, justo antes de Navidad, justo cuando quería, y lo primero que me dijo el nuevo profe, partido de la risa, fue "anda, la que no iba a aprobar hasta Semana Santa, ¿eh?"
Esta es mi experiencia, por si le puede servir a alguien que ahora mismo lo esté pasando mal con el carné de conducir. Andaos vigilantes que hay mucho gañán aprovechado suelto que aún no asume que las mujeres voten, conduzcan y tal.