Del Corral del Indianu y las grandes esperanzas

Por Mariano
Pues sí, ya le teníamos ganas desde hace tiempo, especialmente por las excelentes crónicas de Antonio (La Barriga de Lolo) y por la ferviente recomendación de otros asturianos en los que confío, así que al igual que el pasado año nos plantamos en Casa Gerardo, en la visita veraniega de rigor al Principado, nos fuimos a Arriondas.
Desde fuera el local es poco llamativo, pero dentro, su elegancia enxebre te atrapa con un aire entre lo moderno y lo acogedor. El servicio y su trato son buenos desde el primer momento y uno se siente bien recibido.

Sin duda nos decantamos por el menú degustación (75,90 euros IVA incluido) que inicia con un delicioso y aromático Aceite de Oliva Virgen de Jaén, primera extracción, que vino acompañado de una pequeña muestra de panes y sales.

Seguimos con la anchoa y queso de cabra. Presentada en una imitación de lata, daba un sencillo, pero buen avance de la calidad del producto que aquí manejan. La combinación queso-anchoa no descubre nada nuevo pero, desde luego, estaba muy bien manejada. Muy agradable.

Seguimos con un plato a base de foie acompañado de texturas de manzana. Sin duda fue el que menos me dijo por su textura liviana y su práctica carencia de sabor, y eso pese a que uno es amigo de los platos sutiles...

El contrapunto llegó con el que para mí fue la mejor vianda de la jornada. Se llamaba pan de Cea, aceite, tomate y albahaca. Era como una amalgama de los sabores de los tres últimos ingredientes, elevados a la máxima potencia, con la textura de un salmorejo muy espeso. Gran bocado del que tomé buena nota.

Seguimos con los interiores de pitu, ostra y papada ibérica. Yo preferí prescindir de la ostra (no puedo con ella) y me la sustituyeron por una navaja. Plato pensado para los amantes del trash food. Todo bien cocinado, aunque no acabé de ver la relación entre los tres elementos, que me gustaron más por separado. Quizás culpa mía por no quedarme con la ostra, pero es que es superior a mis fuerzas... Muy rico el caldo.

Y entonces llegó la que para mí fue la segunda estrella de la tarde, ternera ecológica atunizada en un remake de vitello tonnato, toma ya. Delicadísima vianda semicruda que realmente recordaba a un sashimi, acompañada de una salsa de atún sencillamente deliciosa. Me dieron muchas ganas de investigar sobre el plato original italiano.
Apareció a continuación la sardina, fresas a la pimienta y tocino ibérico. Un plato, para mi gusto, muy por debajo del nivel de finura del anterior. Aunque la combinación entre la grasa de la sardina y la acidez de la fresa es muy buena, el exceso de espinillas de la sardina y el punto de cocción un pelín pasado hacían del plato algo incómodo. Fue el único que no terminé.
Seguidamente llegó el plato que más esperaba, la Fabada "sabores de antaño y texturas de hoy". Quizás por la gran expectativa generada, sufrí una ligera decepción. Nada que objetar a la preparación, fina agradable, muy bien equilibrada, pero qué quieren que les diga, me quedo con la original de los Morán...
Otro punto fuerte supuso este bonito, chutney de cebolla, manzana y almendras verdes. Sin ser un deshecho de originalidad, el plato era completo, bien armonizado, cocinado en su punto y muy sabroso.
Y terminamos la oferta salada con un plato muy arriesgado, el pichón asado, boniato y cremosos de gamoneu y tosta de sus interiores. Si eres capaz de enfrentarte a la controvertida ave y disfrutas de ello, este es tu plato. Sin ser santo de mi devoción el pajarito en cuestión, la factura de cocción me pareció sencillamente perfecta. De nuevo el rollo trash food con la tosta, rica rica, aunque yo quizás hubiera sustituido el boniato y el gamoneu, algo pesados y sin mucho aporte, por algo más ácido que equilibrara el plato en frescura.
Seguimos con una buena selección de quesos asturianos. Todos afinados y excelentes (especialmente el Rey Silo, del que hablaremos un día de estos en el blog principal), pero para compensar su potencia yo hubiera agradecido más crema de membrillo en la ración.
El remate llega con el postre, Chocolate frito con helado de mantequilla tostada. Otra vuelta de tuerca al manido coulant, eso sí tanto el chocolate, como, sobre todo, el helado, muy buenos.
Acompañamos la velada de un soberbio Schäfer-Frölich Trocken 2007 que pleno de mineralidad, seco y bien equilibrado, aguantó todos los platos como un campeón.
Y con el cáfé llegaron los bombones de té y unos deliciosos vasitos de cuajo de queso de los Beyos, membrillo y frutos secos. Dieron la puntilla a un ya maltrecho estómago, aunque era imposible no terminárselos. Muy buenos.
La cosa se resolvió por unos 100 euros p.p, lo cual, sobre todo por las expectativas creadas- de las que no culpo a quienes las generaron, sino a uno mismo- me hacen albergar ciertas dudas. En efecto, no sé si de la crónica se transmiten los altibajos (subjetivos, por supuesto) que fui percibiendo. Nada estaba mal hecho, ningún producto de calidad por debajo de lo excelente, pero el caso es que el recuerdo de conjunto llega justito al notable, lo que a este nivel de precios, en fin, quizás nos incline a visitar otros lugares en los que disfrutamos más, en lugar de volver allí (salvo que nos inviten, claro). No quiero que esto se entienda como una mala crítica, sin embargo esperaba, en resumen, haber disfrutado mucho más.