A finales del
setecientos, las universidades creadas por España en América sumaban más de
veinte centros. ‘Roca Barea recoge del investigador peruano Luis Martín, que
el Colegio San Pablo de Lima custodiaba una biblioteca de unos 40.000
volúmenes, más que la mayoría de las universidades europeas de su tiempo, y
diez veces más que la Universidad de Harvard entonces’, citado por Varela
Ortega, quien sigue escribiendo ‘doblado el ecuador del setecientos,
comenzaron a desarrollarse en España y América instituciones científicas de
significativa importancia que muy pocos países tenían: jardines botánicos (en
el Puerto de la Cruz, Cadiz, Madrid…observatorios astronómicos, el depósito
Hidrográfico, el Real Gabinete de Historia Natural, el Real Cuerpo de
Ingenieros Militares…en este contexto hay que enmarcar las impresionantes
expediciones científicas españolas del XVIII:se trataba de cartografiar, hacer
mediciones geográficas, astronómicas y estudios geodésicos… el objetivo
científico se centraba en las ciencias naturales, la botánica, la farmacopea,
la fauna y la flora del mundo hispánico… la propuesta de los ilustrados y
reformistas españoles, en definitiva, significa una profunda revisión de la
historia del imperio español.
Detrás de todo ello,
pues, había un proyecto regeneracionista de refundación del país sobre bases
económicas cercanas al liberalismo e inspiradas en los centros ilustrados que
eran las Sociedades Económicas de Amigos del País, diseminadas por todo el orbe
hispánico…’’
Mas adelante formula
una idea a modo de conclusión, ’’aquellas expediciones e investigaciones
científicas deberían servir como la demostración empírica de que España estaba
en el pelotón de cabeza de las naciones cultas y así desmentir, de paso, la
derogatoria propaganda difundida por los philosophes de que se trataba de un
país supersticioso, ignorante e indolente…’’
Sigue diciendo:’’
los hispanoamericanos peninsulares y criollos se propusieron demostrar con
estas investigaciones, experimentos in situ, lo que otros intentaban hacer en
teoría… a saber: que demasiados ilustrados extranjeros estaban equivocados
sobre España y América, y todo porque habían construido teorías generales sin
documentación original (el Archivo de indias se arma en 1784 precisamente por
ello) ni base empírica. Los ilustrados españoles les tomaron la palabra a sus
maestros extranjeros: en lugar de hablar de memoria estableciendo principios
generales -sentenciaba Jovellanos dirigiéndose a propios y extraños- las
ciencias debían apoyarse en la observación de los fenómenos…’’
Mientras, en Europa
utilizaban métodos similares. La ‘Real Proclamación contra los Católicos’,
de octubre de 1591 en Inglaterra, establece un sistema vecinal de espionaje y
denuncia, fue uno de esos instrumentos de control exhaustivo y abrumador
(Varela Ortega) que convertía en espías al sistema vecinal inglés. Cita Varela
Ortega en su libro ‘España. Un relato de grandeza y odio. Espasa’, una frase
del reverendo inglés Joseph Townsend que compara y relaciona lo poco que
quedaba de Inquisición en la España de la segunda mitad del setecientos ‘con
los poderes terribles del tribunal espiritual que existe aún en Inglaterra’:
Townsend pastor anglicano de la embajada británica, era hombre ilustrado, culto
y tolerante y debía sentirse abrumado por la furia anticatólica que se desató
en Inglaterra en el último cuarto del siglo XVIII, y cuya expresión más
encendida fueron los motines conocidos como The Gordon Riots, contra la llamada
ley papista de 1778… que causó cientos de muertos…
Páginas más adelante, Varela
Ortega escribe: ‘Es un hecho que esta imagen de país fanatizado y
esclavizado por los curas a través de la Inquisición, forjada por la ofensiva
protestante entre el quinientos y el seiscientos, fue definitivamente acuñada
por los philosophes y, con el prestigio de ceca intelectual, ha viajado casi
hasta el presente como un lugar común repetido e indiscutido; incluso en
tiempos y modas lisonjeras, románticas y neorrománticas… El ensayista
norteamericano Severn T. Wallis, uno de los pocos que se atrevió a cuestionar
imagen tan arraigada, ofreció mediado el ochocientos un interrogante de
consideración: si España fuera un país tan sometido a los curas como sostenía
la cruzada protestante…no era fácil de explicar la derrota del carlismo y su
menguado arraigo en muchas regiones.’
El fanatismo religioso
no fue/es patrimonio exclusivo de los españoles. Instrumentos de censura y
represivos hubo en toda Europa, horcas y descuartizamientos contra católicos
ingleses, alemanes, neerlandeses, o centros europeos, se produjeron por los
protestantes, o su fracción en el poder, en esos países porque consideraban
amenazado el estado y en su nombre realizaban torturas y ejecuciones a los
considerados enemigos de la nación. Sigue escribiendo Varela Ortega en el libro
citado: ‘…persecuciones y ejecuciones, primero (siglos XVI y XVII) y la
marginación después (entre los siglos XVIII y XIX) de los católicos no se
consideraba en países de mayoría protestante atentados contra la libertad
religiosa, hasta el extremo de que Locke, en su Epístola de la tolerancia,
entendía que reprimir el catolicismo no era un acto de intolerancia, sino una
medida higiénica de profilaxis moral…Simplemente contra los papistas casi nada
contaba, pero casi todo valía… y hasta en las Trece colonias, donde la
Massachusetts Charter de 1691 permitía la libertad de conciencias, excepto para
los papistas. En Dinamarca la ley de 1624 condenaba a muerte a todo sacerdote
católico que fuera sorprendido in fraganti en el reino. Y, en Holanda, los
papistas fueron objeto de una persecución sistemática y, con frecuencia
sangrienta…’
Crueldad y fanatismo no
fueron patrimonio exclusivo del espíritu inquisitorial de los españoles, como
lo prueban las muchas guerras de religión europeas, no solo Reforma vs Contra
Reforma, que durante años asolaron Europa, -Alemania, Sacro Imperio Romano
Germánico, Italia, Inglaterra, Irlanda, Escocia, Países Bajos, Suiza, Austria,
Dinamarca, Suecia, en Francia el rey podía ser católico y los nobles
protestantes, hugonotes calvinistas, las guerras de religión duraron 30 años
provocando miles de muertos. En Alemania, cada príncipe declaraba su religión
oficial en su territorio, persiguiendo a los otros, considerados herejes, pero
el nuevo príncipe tomaba otra religión y obligaba a convertirse, entonces las
persecuciones se invertían. En toda Europa hubo mazmorras, horcas, despieces, hogueras
quemando ‘brujas’ y herejes, religiosos o creyentes de cualquier otro grupo que
no tuviera el poder, fueran católicos o protestantes, calvinistas o luteranos. Entre
los siglos XIV y XVII en Europa fueron quemadas medio millón de personas,
acusadas de maléficas, brujerías, endemoniadas, o similares. En Alemania fueron
ejecutadas más de 100.000 personas.
Crueldad y fanatismo no fueron patrimonio exclusivo de los españoles, ni fueron solo y únicamente el condimento del guiso de la historia de España, ésta tuvo muchos otros aspectos en la otra cara de la moneda, siempre y en todo momento.