Del poema de cada día. hoy, el río de los derrotados, de sergio garcía zamora

Por Harendt

EL RÍO DE LOS DERROTADOS

Este es el río de los derrotados,

no vengas a sentarte aquí sobre la piedra de otros derrotados,

no te mires en su espejo: no es tu rostro el que sangra,

sino el rostro de tu padre.

¿Por qué lo apedreas, niño? ¿Por qué te lanzas a salvarlo, hombre?

Nada emerge del fondo porque todo es fondo,

cauce de una sola orilla, corazón fluvial de lo perdido, corazón.

Este es el río de los derrotados que nadie cruza,

lento, cenagoso, alcohólico, álgido como el sudor de los muertos,

llameante como la memoria de los que van a morir.

Aprende a nadar tus vísceras, aprende a bracear tu alma.

En ti se adentra y en ti se desborda.

No existe puente para el héroe ni remanso para el inocente.

El amor se baña dos veces: es el mismo río y distintas las derrotas.

Este es tu dolor contra las piedras: un combate magnífico.

Las piedras resisten y tu dolor no cesa:

fortaleza sitiada, líquida lanza contra calcáreo escudo,

Heráclito y Parménides que discuten.

Con su lengua de tigre el dolor desgarra la piel rocosa;

con su hueso pétreo las piedras quiebran los dientes en espuma.

Algo del dolor se aquieta, se arremansa:

ejército fatigado, gálata moribundo que se apoya en su espada;

algo de las piedras comienza a fluir:

cadáver de troyano, sangre mineral, sangre.

El río sigue, rodea y sigue hacia otras batallas;

las piedras permanecen hasta ser fondo del fondo.

¿Acaso el río vence para marchar a su derrota,

acaso en lo profundo tienen las piedras su victoria?

Mi canto y mi dolor son el río y las piedras.

Álzate sobre esta peña, lánzate a estas aguas.

Este es el río de los derrotados, no la laguna Estigia,

aunque en él mi madre también me sumergió.

Tendrás las ojeras del llanto, la mejilla de cristiano,

la cara agria del apaleado,

pero adentro serás invencible,

dijo la mujer más triste y victoriosa,

no importa cuánto te hieran, adentro ninguno te vencerá.

Desde entonces yo voy por el mundo

fingiendo que el mundo ha ganado;

desde entonces yo voy húmedo y frágil como un recién nacido;

desde entonces yo voy jugando al desamparo,

calado por una lluvia que no es lluvia, sino río,

río de los derrotados que cargo de un día a otro día y a otro día;

desde entonces yo soy inmortal,

porque en él solo se ahogan los que viven de rodillas.

SERGIO GARCÍA ZAMORA (1956)

poeta cubano