Del suelo al cielo, de Regina Roman

Publicado el 26 octubre 2011 por Goizeder Lamariano Martín
Título: Del suelo al cielo Autora: Regina Roman Editorial: Clessidra Año de publicación: 2011Páginas: 372ISBN: 9788493936204
Este es un libro muy especial para mí.  Primero, porque es ya el tercero que leo de su autora, Regina Roman, después de Un féretro en el tocador de señoras y Cuarentañeras. Segundo, porque tuve la suerte de tenerlo en mis manos poquitos días después de su publicación. Y tercero y más importante, porque me lo regaló su autora en persona el domingo 25 de septiembre, el día que nos conocimos en Madrid y disfrutamos de un café en una cafetería-librería y de una tarde inolvidable llena de risas y de la mejor compañía.
Aunque han pasado tres semanas desde que Regina me regaló el libro hasta que he empezado a leerlo, una vez que lo he empezado sólo me ha durado en las manos dos días. Me ha gustado muchísimo. Al menos para mí la mejor de las tres novelas de la autora. La más divertida, la más alocada, la más pija, la más entrañable, la más sorprendente.
Porque todo eso y mucho más es Antonia María García, a quien su madre, tías y vecinas llaman Antoñita Mari y sus cuatro hermanas Toñi. Pero eso es en Benamocarra (Málaga), su pueblo. Ese pueblo del que huyó, del que se avergüenza, el que no quiere recordar y al que no quiere volver. Para ella esa vida ya no existe.
Desde que llegó a Madrid se llama Cayetana. Cayetana de Ojeda mientras estuvo casada con el anciano pero rico y bien posicionado socialmente Jacobo de Ojeda. Pero ahora ya no es ni Antonia María, ni Toñi, ni Cayetana de Ojeda. Ahora esa pueblerina que trabajaba en un centro de belleza haciéndoles la manicura a esas mujeres a las que envidiaba y admiraba se ha convertido en una de ellas.

De derecha a izquierda: María, Pablo, Ismael, Regina y yo.

En una mujer con clase, con glamour, con estilo, con gusto y, sobre todo, con dinero, mucho dinero. Y con mucho tiempo libre para ir a pilates, al psicólogo, al gimnasio, al masaje, de compras o a los mejores restaurantes y cafeterías del mejor barrio de Madrid. Porque ahora es Cayetana Lundberg y es propietaria de un palacete situado en la esquina entre las calles Velázquez y Ortega y Gasset.

O al menos copropietaria. Porque ese palacete que le ha llegado en forma de herencia después de descubrir un sorprendente secreto familiar viene acompañado de Neil Lundberg, un joven sueco que es todo un monumento. Pero también muy cabezón. Él quiere la mitad del palacete y ella lo quiere todo. Él quiere compartirlo y ella no. Él quiere una decoración y ella otra. Vamos, que no se ponen de acuerdo en nada y comienzan una guerra.


Y en medio de esa guerra están las amigas de Cayetana: Marina Valdemorillos, quienes hayáis leído Un féretro en el tocador de señoras ya la conocéis; Adela, la compañera de Marina en la pequeña asesoría en la que son explotadas; Lolichi, antigua compañera de Caye en el salón de belleza; y Olivia Talier, otra vieja conocida para los lectores de Un féretro en el tocador de señoras. Unas son pijas y otras mileuristas explotadas, unas son monísimas y otras del montón. Pero todas tienen sus problemas, sus complejos, sus traumas y sus neuras. Y las comparten. En la asesoría, en casa o en una cafetería. Lo importante es tenerse unas a otras.

Porque Cayetana va a necesitar mucha ayuda en su batalla contra Neil, en la que tendrá que hacer frente también a varias lagartas dispuestas a beneficiarse al enemigo. Como Joyce, su abogada; o Tania, su arquitecta.


Con este panorama, la vida de Cayetana se pone patas arriba. Ya no controla la situación. Ya no controla nada. Ha pasado de tener una vida relajada y lujosa, sin problemas ni preocupaciones a vivir estresada, agobiada y a punto del colapso. Ya no le sirven las mentiras, toda esa coraza que se ha creado a base de mentiras y más mentiras para protegerse de los demás y, sobre todo, del amor y del compromiso.

Parece que es feliz, que lo tiene todo. Pero no tiene nada. Porque le falta la autoestima y le sobra la soledad. Parece una mujer independiente, fuerte, luchadora pero en realidad es débil e insegura y está llena de complejos, de miedos, de fantasmas y de inseguridades. Y Viki, como ella llama al vikingo de Neil, le enseñará a Caye una dura lección.


No se puede subir del suelo al cielo y no mirar hacia abajo. Porque el cielo está ahí, tan arriba, para que desde él podamos mirar al suelo y saber que estamos ahí gracias a lo que somos, pero también gracias a lo que hemos sido y a quienes nos han acompañado en nuestro viaje del suelo al cielo.