Me documenté a fondo y viví intensamente en la piel y en la cabeza de un arquitecto, una asistenta, un Okupa, un parado, un ejecutivo con una juventud ultra, una profesora interina, un comercial, un tendero.... gentes que acudían a juzgar, en el Palacio de Justicia (edificio imponente) con su propia historia personal, sus ideas políticas, su concepto de lo tolerable, lo razonable olo lusto, más sus miedos, sus fobias, su historia, sus anhelos...........
Naturalmente, conociendo muy bien la normativa y requisitos y demás, cuando vi en la prensa la foto del fulanito, me quedé patidifusa.
La foto está en consonancia con cuanto se vio en el juicio (insolencia, provocación, cinismo).
Es imposible sintetizar ni reproducir aquí alguno de los pasajes en que mi narrador (de una omnisciencia sarcástica y extrema) enmarca los momentos de la deliberación (hurgando en las múltiples brechas:contradicciones, temores, recuerdos...). Basta decir que, esa segunda parte de la novela (que narra el momento de ir a la cita) viene enmarcada por estos versos del gran Claudio Rodríguez:
.... Ciegos para el misterio
y, por lo tanto, tuertos
para lo real, ricos sólo de imágenes
y sólo de recuerdos.
Y como me da pereza buscar tiradas de la novela y reproducirlas aquí (sería excesivas), acudo al poeta (lo leía con intensidad, entonces, pero siempre) para enmarcar la tercera parte, según cito, que correspondía al día del fallo:
Porque la noche, como el fuego, revela,
refina, pule el tiempo, la oración y el sollozo,
da tersura al pecado, limpidez al recuerdo,
castigando y salvando toda una vida entera.
Bienvenida la noche con su peligro hermoso.
P.D. Próximamente, Carme(n) Chacón.