Batman estaba desempleado, así que se fue al norte. Se suponía que un amigo suyo lo ayudaría apenas llegará, pero ni el ni nadie tenían vacantes durante aquel verano.
Se compro un carro y se puso a trabajar en un reparto de pizzas, cosa que no estaba mal, ganaría mucho más que en una oficina.
Una noche le tocó llevarle pizza a la persona equivocada. Se quedo de una pieza cuando una criatura divina le abrió la puerta en traje de baño.
Saludándolo con exagerada cortesía e invitándole una limonada para apaciguar el calor. Batman encantado la siguió hasta la cocina, dejo la pizza en la mesa y se sentó.
Entonces ella se agacho para buscar los vasos en el gabinete y le puso su trasero en plena cara. Batman se miro su propio nombre bordado en el uniforme y se sintió como en una porno.
Después de tomarse la limonada, intento contarle. Tenía cuatro pizzas más que repartir en veinte minutos o le descontarían el precio. La chica no lo dejo ir, le dijo que se quedará a comer, que estaba muy sola.
Batman pensó que ella bien valían los treinta dólares que le descontarían, así que acepto. Ella le dio un beso y le pidió que buscará un par de cervezas en la nevera del sótano para acompañar la cena.
Bajo corriendo, saco las dos botellas y se devolvió hacia la escalera. En la puerta estaba la modelito con una moto sierra en las manos.
Cuando Batman le pregunto, estas drogada, ella simplemente encendió la máquina y comenzó a bajar. Batman miraba a los lados buscando algún escape.
Lo único que pudo encontrar fue una colección de uniformes de repartidores con sus nombres bordados...