Tal coindencia anima a ambos a asociarse para conseguir tan fúnebre fin, pero por el camino deciden fundar una especie de ONG, lógicamente temporal, que ayude a otros suicidas frustrados a tomar camino al otro barrio. Y así, no me pregunten cómo, la historia se va deslizando y acaba en un -efectivamente delicioso grupo que recorre Europa en un flamante autobús buscando el mejor acantilado por el que despeñarse.
Prometedor, ¿no?. Probablemente no le vayan a dar el Nobel, pero tiene la habilidad suficiente para mantener el interés -que no es poco- y una envidiable y muy sana carga de ironía que da unos cuantos palos.
Ya hablando de palos, una escena que si fuera cinematográfica sería memorable: la pelea en un motel entre los suicidas y un grupo de matones...sin desperdicio.
Lo dicho, un buen rato.