No me cansaré de recordar al régimen y al mundo cuál ha sido el “delito” de Ángel Santiesteban -único “preso comun” al que la Seguridad del Estado ofreció su libertad a cambio de renunciar a su posición política-: disentir en voz alta y bien clara.
La misma televisión castrista dejó sentadas las bases de su inocencia al declararlo “enemigo de la Revolución” en su programa “Razones de Cuba“; lo he hecho público y lo he denunciado en reiteradas ocasiones a Amnistía Internacional sin que esta haya respondido jamás.
El cúmulo de pruebas de la inocencia de Ángel es enorme y aún así fue juzgado y condenado sin una sola prueba de su culpabilidad, cosa que resulta obvia porque jamás cometió los delitos por los que hoy está encarcelado.
Y como si todo esto fuera poco, su hijo -habiendo alcanzado la edad y madurez suficiente para asumir sus actos y sus palabras- declaró hace dos meses cómo lo manipularon para declarar contra su papá.
Solo resta que la justicia cumpla con su compromiso y haga “justicia” y que tras revisar su caso -que espera respuesta desde el 4 de julio del año pasado- admita su inocencia y lo ponga en libertad.
En Cuba, los delitos de “lesa libertad” se pagan muy caros.
La Editora
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