Madre y padre bajan por las mismas calles tranquilas una vez más. Mi madre se cuelga del brazo de mi padre y le habla de la novela que está leyendo, y mi padre sentencia a los personajes con sólo hacerse una idea del argumento. Disfruta de lo lindo con esta costumbre, ya que experimenta una sensación de total superioridad y confianza cuando aprueba y condena las acciones de los demás. A veces no puede evitar soltar un "¡puaj!" cuando la histora se vuelve, como él dice, sensiblera. Virilidad obliga. Mi madre se siente feliz por el interés que ha despertando, le está mostrando a mi padre lo muy inteligente e interesante que es (...) Mi padre informa a mi madre sobre el dinero que ganó la semana pasada, exagerando una cifra que no requería de exageración alguna. A mi padre la realidad en cierto modo siempre le sabe a poco. Rompo a llorar. La anciana ofuscada que se sienta a mi lado en el cinema se molesta y me mira con malos ojos y, achantado, dejo de llorar. Saco el pañuelo y me seco la cara, y recojo con la lengua la lágrima que ha caído cerca de mis labios. Parece que me he perdido algo, porque padre y madre ya están apeándose en la última parada, Coney Island.
Delmore Schwartz. EN LOS SUEÑOS EMPIEZAN LAS RESPONSABILIDADES. Traducción y epílogo de Albert Fuentes y Xavier Zambrano. Ediciones Alpha Decay, Barcelona, 2010.