Definitivamente, las cosas han cambiado mucho desde entonces, y todavía más desde que me empezaron a gustar estos aparatos desesperantes. Les cuento...
Pero no era de extrañar, yo siempre fui medio rara: cuando tenía diez años aprendí macramé con mi abuela por si alguna vez naufragaba y necesitaba hacer cuerdas en una isla desierta, me sabía el alfabeto Morse y practicaba pasar tiempo sin respirar, mire si tenía que sobrevivir con poco oxígeno. A los doce redacté mi testamento por si me invitaban a subirme a un OVNI y me iba de casa. Lo sellé y al dárselo a mi madre le dije –con toda la solemnidad que me permitía mi corta edad– que no se preocupara si yo desaparecía, porque si me abducían, sería con mi consentimiento.
Así que apenas terminé el liceo me embarqué a estudiar programación, aunque todavía no tenía mi propia computadora. De hecho, primera vez que me enfrenté a una fue en la Escuela de Informática, allá por 1986. La doña no tenía disco duro y había que cargarle el sistema operativo (DOS) con un disquete de 5 ¼, la pantalla era de fondo negro con letritas verdes y el teclado pesaba un kilo, pero no importaba, igual la encontraba maravillosa.
Algo aprendí de programación aunque no terminé la carrera; en el tercer año decidí que en realidad quería ser profesora de inglés y cometí el gran error de abandonar a solo dos exámenes de recibirme –creo que el tema es que me había resignado a que ya no sería abducida por ningún ET.
Ese fue el puntapié inicial; a partir de ahí fuimos mejorando los equipos y tratando de mantenernos más o menos al día. Más adelante llegó Internet, con conexión por teléfono, y se me abrió un mundo nuevo. ¡Resulta que había gente que también amaba a Buffy!! ¡Eran miles los fans de Tolkien!! ¡No era la única que conocía los dragones de Pern! Después vino la banda ancha, descubrí el MSN y role plays online, mi gran amor desde entonces.
En el 2004 me enrolé en un juego que abarcó continentes y años: LA by Night. Por ese juego conocí a un montón de gente -angloparlantes todos- que compartían las mismas locuras que yo, y con los que todavía tengo contacto. Ellos fueron quienes me auxiliaron cuando se me rompió la computadora. Fue una mala época para mí, me acababa de separar y veía todo negro; mis amigos virtuales me vieron tan angustiada que se enternecieron y me ayudaron como pudieron: sin que lo supiera, hicieron una colecta y me enviaron el dinero para comprar otra PC. Increíble, ¿verdad? Todavía me emociono cuando lo recuerdo.
Más adelante el Plan Ceibal volvió a cambiar las cosas. Si no tienen idea de qué hablo, les cuento que es un proyecto socio-educativo uruguayo por el cual se le ha entregado a cada alumno y docente de la enseñanza pública una laptop con conexión a internet. Los equipos no son lo más, pero funcionan perfectamente bien, y hoy en día casi el 100% de los estudiantes de educación primaria y un alto porcentaje de secundaria cuentan con su propia computadora portátil gracias a este plan. También incluye la subvención y financiamiento de laptops y tablets convencionales a los docentes. Gracias a este plan tuve mi primera laptop, una preciosura que usa Alessa hoy en día, ¡así que no necesita otra!!
¿A qué conclusión llego después de todo esto? A que aquí en casa tenemos cuatro computadoras portátiles, dos tablets y tres celulares con conexión a Internet... ¿no es una barbaridad? ¡Es demasiada conectividad!!
Parece mentira cuánto han cambiado las cosas en tan poco tiempo; habrá que ver con qué otras maravillas se descuelga este mundo de aquí en más... ¿Ustedes creen que al final llegarán los extraterrestres?
EriSada