Demasiado bien
Es una frase que repito a menudo y con razón. Añado siempre la explicación: Dios funciona. Y es algo que compruebo a cada instante y cada día, de tal forma que ya no me asusta lo que pase pues siempre es por algo mejor.
Ya me he acostumbrado a no hacer planes formales, compromisos exactos, horarios de reloj. Yo sé que no puedo hacer promesas firmes, pues nunca estoy seguro de que pueda cumplirlas. Lo máximo que puedo hacer es escribir en mi agenda para no olvidarme y prometer que lo intentaré pero… ¡cómo será!
A veces puedes echar la culpa al río crecido que corta los caminos, a la lluvia torrencial que quita las ganas de salir de casa, al carro que no quiere arrancar, a la llamada del celular que te cambia la dirección…
Sientes cierta desazón por no poder cumplir con la gente que sigue esperando pero ya no me disgusto pues sé que por algo será y no tardo en ver el nuevo plan que Dios ha dispuesto con mejor éxito.
Es curioso, cuando te dejas llevar pierdes el protagonismo, el temor al fracaso, la angustia de la impotencia. Todo sale demasiado bien, al céntimo y al segundo.
Eso, pa ti funciona, pa mí no, responde mi primo que me va llevando en su coche dos semanas visitando conventos y amigos por media España.
Es cierto, sólo funciona cuando trabajas para otros, cuando sólo buscas servir, Dios se derrite en amabilidad, puntualidad y cumplimiento. Comprobado está, empiezo sin tener y acabo sin deber.
Cuando te acercas al sagrario queriendo descansar, de inmediato te acuerdas que tienes algo pendiente y que si no te mueves se te va a olvidar y no es la primea vez. Sin más aparece en tu mente un nuevo proyecto, los planos de la capilla, del taller o granja, el plan de pastoral o visita urgente. Más de una vez tengo que usar el teléfono, una llamada rápida, un contrato, solicitar material.
Sientes que alguien te está dictando, tienes que tomar medidas, cálculos, dibujos, noches sin dormir. El cerebro no descansa, aún del sueño te levantas para apuntar.
Sin buscar aparecen los personajes necesarios, el material, herramientas y sonrisas por doquier, sobre todo el dinero.
No sé de dónde pero, cuando llego a Maldonado y me asomo a la cartilla del banco, allí está la plata esperando. Aunque estés cansado y la viejuz no te deja caminar ya sabes que hay que seguir adelante. Aunque no veas en qué acabará tanto esfuerzo, tú sabes que por algo será y no hay argumento para parar.
Los 70 han llegado sin avisar, conforme las fuerzas se alejan, aparecen nuevas manos, se van enrolando y enrollando, cada uno a su estilo van colaborando. Lo único que les digo es: haz lo que puedas, lo mejor posible y no sufras. No lo vamos a poder hacer todo, hay que dejar tarea para los nietos.
Cuando se trabaja, lo comido por lo servido, todos se sienten en casa, que es de todos y nadie es dueño y se van convenciendo que Dios funciona demasiado bien.
En mi ruta por España ha sido demasiado descarado, sin pedir se han enviado dos contenedores, como 30 toneladas. Pero es que lo han llenado sin mover yo un dedo, los han pagado sin solicitarlo, hombres y mujeres llenando y cosiendo sin sueldo, camionadas de material, herramientas, máquinas sin costar un céntimo.
A pesar de la crisis ha sido un derroche de generosidad y aguarda lo que queda, pues han quedado en presentar proyectos a los Gobiernos, Ayuntamientos, amigos que se multiplican y la esperanza de que se vayan animando a venir a trabajar aquí y poner en funcionamiento los talleres que están llegando. Como ya sabes quién manda, a esperar.
P. Pablo Zabala, OP,fr.zabala@gmail.com
https://www.selvasamazonicas.org/
El 3 de abril de 2017, 17:55, Fr. Pablo Zabala Matínez <fr.zabala@gmail.com> escribió:
Recomenzando las tareas y obras del nuevo año. Gracias a todos.
Fr. Pablo Zabala OP