Los gobiernos de medio mundo, en los que depositamos nuestra confianza manifestada en las urnas, rescataron con el dinero de nuestros impuestos a los bancos que habían invertido nuestros ahorros en productos basura, productos que recibieron la máxima calificación por parte de las mismas agencias que hoy bajan las notas a los países que no pueden hacer frente a sus deudas. Los gobiernos de medio mundo tuvieron que aprobar duros planes de ajuste que repercuten directamente en la clase obrera: recorte de derechos sociales, aumento de la edad de jubilación, bajada de salarios... Y todo ello mientras los ricos se hacen más ricos, los pobres más pobres, los empresarios reparten beneficios y despiden a trabajadores. Las elecciones municipales y autonómicas se han convertido en mociones de censura al gobierno central, y en los mítines escuchamos discursos demagógicos carentes de soluciones pero repletos de insultos al adversario. Con los resultados electorales en la mano, los interpretarán a su antojo. Estamos hartos. Hartos de tanta incompetencia, de políticos que no están a la altura de la ciudadanía a la que representan, de líderes mundiales que nos piden el voto para terminar arrodillados ante los especuladores financieros, de discursos llenos de promesas que ni unos ni otros cumplirán, de que el voto valga más o menos dependiendo de dónde residamos o a quién votemos, del bipartidismo y de la perversión de nuestra democracia. La soberanía nacional reside en el pueblo. Ellos tienen el poder porque nosotros se lo damos. No viene mal recordarles, a todos, por qué y para qué se lo otorgamos.
Los gobiernos de medio mundo, en los que depositamos nuestra confianza manifestada en las urnas, rescataron con el dinero de nuestros impuestos a los bancos que habían invertido nuestros ahorros en productos basura, productos que recibieron la máxima calificación por parte de las mismas agencias que hoy bajan las notas a los países que no pueden hacer frente a sus deudas. Los gobiernos de medio mundo tuvieron que aprobar duros planes de ajuste que repercuten directamente en la clase obrera: recorte de derechos sociales, aumento de la edad de jubilación, bajada de salarios... Y todo ello mientras los ricos se hacen más ricos, los pobres más pobres, los empresarios reparten beneficios y despiden a trabajadores. Las elecciones municipales y autonómicas se han convertido en mociones de censura al gobierno central, y en los mítines escuchamos discursos demagógicos carentes de soluciones pero repletos de insultos al adversario. Con los resultados electorales en la mano, los interpretarán a su antojo. Estamos hartos. Hartos de tanta incompetencia, de políticos que no están a la altura de la ciudadanía a la que representan, de líderes mundiales que nos piden el voto para terminar arrodillados ante los especuladores financieros, de discursos llenos de promesas que ni unos ni otros cumplirán, de que el voto valga más o menos dependiendo de dónde residamos o a quién votemos, del bipartidismo y de la perversión de nuestra democracia. La soberanía nacional reside en el pueblo. Ellos tienen el poder porque nosotros se lo damos. No viene mal recordarles, a todos, por qué y para qué se lo otorgamos.