Los seres humanos llevan toda la vida experimentando modelos de gobernabilidad para garantizar un cierto equilibrio y una mínima satisfacción popular. Los griegos dieron con una fórmula y crearon Estados con una cierta representatividad del pueblo y nace lo que ellos llamaron demos Krátos, que significa algo así como gobierno del pueblo. Fue un gran invento para la gestión del pueblo por parte de los griegos, que luego se convierte en un anhelo de toda la humanidad. La democracia se expresa en el debate, en el que se supone que se manifiestan conjeturas diferentes e incluso opuestas. La arbitrariedad es defendida por las facciones opuestas, con el objetivo de delinear la geometría conceptual, sobre la cual converger temporalmente. Sin embargo, la democracia es también un espejismo de libertad (si es que ésta es realmente posible). Las diferentes conceptualizaciones y acepciones que se puedan desarrollar del mismo término pueden pervertir la esencia íntima del concepto. Y es que, de la democracia a la oligarquía hay un paso corto y una delgada línea divisoria. Con una acertada comunicación estratégica, es fácil convertirla una en la otra, y cubrir las acciones y decisiones de un gobierno autoritario con un delicado entramado mediático que difumine la verdad, si es que ésta existe. ¿Democracia para el siglo XXI? Oímos constantemente hablar de recesión, anomalías y déficits democráticos. Por eso es bueno cuestionarse y repensar los modelos democráticos. Y es lo que intentamos desgranar en este ensayo compartido, analizando recorridos históricos y escenarios contemporáneos para aventurarnos a profetizar buscando respuestas a modo de adivinación del futuro. Diferentes puntos de vista, diversas cosmogonías y distintos enfoques para reflexionar sobre un tema siempre candente y tan necesario ahora en cualquier rincón del planeta como hace 25 siglos cuando en el ágora ateniense comenzaron a plantear esta vía de gobernabilidad.
alfonsovazquez.comciberantropólogo