Demonios femeninos en las religiones antiguas

Publicado el 10 mayo 2018 por Redespress60

El Diablo siempre ha sido descrito como un ser masculino. Pero ¿qué pasaría si fuera femenino? La Diabla es la esposa del Diablo, según un concepto basado en una deidad femenina, en contraste con las deidades masculinas conocidos como “Demonios”. Si bien este personaje es poco conocido, según sus significados es la hembra o la mujer del Diablo. Aunque para los dogmas religiosos cristianos, judíos o islámicos, dicha deidad con este nombre no se menciona en ningunos capítulos o versículos de la Biblia, para ambos dogmas sería lo mismo como denominarse Diablo hembra. La idea o representación conceptual de esta deidad, así como su área de acción, se han asociado frecuentemente como un símbolo de maldad en distintas figuras femeninas

No podemos obviar la diferencia de sexos tan marcada desde civilizaciones muy antiguas que sigue delegando a la figura masculina demoníaca el pretender el mal a través de la fuerza bruta y el poder; mientras que delega el mal femenino a través de la seducción, la astucia y la perversión. Los demonios o los diablos en su línea de maldad son más poderosos físicamente y utilizan sus poderes para hacer el mal; sin embargo las demoníacas diablesas utilizan armas de mujer, disfrazadas de inocencia para atrapar a aquel que quieren llevar a la desdicha.

Las Súcubos

Los súcubos son demonios que, con un atractivo aspecto femenino, se presentan a los hombres. Algunas teorías dicen que pueden cambiar de forma, acoplándose así al gusto de cada hombre y hasta haciéndose pasar por mujeres conocidas que un hombre desea. En todo caso, mediante el sexo con su víctima el súcubo drena energía e implanta pervertidas inclinaciones que conducen a la perdición.

Etimológicamente súcubo proviene de una alteración de succuba, término latino que significa “prostituta”. Así mismo, la palabra súcubo deriva del prefijo  (‘debajo de’)  y del verbo cubo (‘yo quedo’), comportando así la idea de alguien que queda por debajo de otra persona.

La mayoría de testimonios sobre la apariencia de los súcubos provienen de la Edad Media, época en la que estos demonios femeninos tuvieron su apogeo en el imaginario social y en el ámbito teológico. Los especialistas medievales concuerdan entre sí cuando dicen que los súcubos suelen aparecer como mujeres de irresistible, voluptuosa y sobrenatural belleza; aunque, junto a esos agradables rasgos, siempre aparecen detalles que delatan su filiación demoníaca: colmillos muy afilados, orejas puntiagudas, pies embarrados. Aunque no se puede hablar de una imagen específica, un dato curioso es que en la Edad Media solían emplear imágenes de súcubos en muchos prostíbulos y burdeles.

Lilith’ por John Collier, 1812

Diablas judías

El concepto de Diabla o Diablo hembra, tal vez ha sido inspirado en Lilith, según el folclore judío de origen mesopotamio, fue la primera esposa de Adán antes de Eva. La leyenda cuenta que Adán y Lilith nunca hallaron armonía juntos pues cuando él deseaba tener relaciones sexuales con ella, Lilit se sentía ofendida por la postura que Adán le exigía bajo él.  Lilith tenía voluntad y una mente muy fuerte. Adán hizo cuanto pudo para que fuera dócil y servil, pero Lilith no podía ser domada. Como Adán trató de obligarla a obedecer, Lilith, encolerizada, pronunció el nombre mágico de Dios, se elevó por los aires y lo abandonó. Lilith no nació demonio, pero más adelante se convirtió en un ser diabólico para raptar a los niños en sus cunas por la noche y que se unía a los hombres como un súcubo, engendrando hijos : los lilim. Con ello, evidentemente, no le quedaba más remedio que unirse a las huestes del enemigo del Dios hebreo, Jehová o Yahvé, como era Satanás o Lucifer. Este personaje parece hallarse en Lilitu y Ardat Lili, dos demonios femeninos mesopotámicos, relacionados a su vez con el espíritu maligno llamado Lilu. En los nombres de esta familia de demonios aparece la palabra lil, que significa viento, aire o espíritu.

Para los judíos babilónicos del mundo, la vida estaba llena de espíritus y demonios que habitaban en cada faceta del mundo físico. Esos espíritus estaban en todas partes. Nada era seguro. Ni siquiera podías dejar comida debajo de la cama sin que se te infestara de demonios. Lo más normal es que fueran demonios del estilo de Asmodeus, Rey de los demonios y su Reina, Agrat bat Mahlat, que tenía 10.000 demonios sirvientes. La reina de los demonios se considera como un ángel de prostitución y se sabe que durante el Sabbath aparca su carruaje y baila sobre los tejados de los judíos. Según la Cábala, Agrat bat Mahlat copuló con el rey David y dio a luz a Asmodeo, rey de los demonios. La intervención espiritual del erudito y hacedor de milagros Hanina ben Dosa frenó sus poderes malévolos sobre los humanos.

Aradia: la hermana de Lucifer

En 1899, el folklorista Charles Leland publicó un libro prohibido que posteriormente sería admitido como parte del canon Wicca, titulado: Aradia o el Evangelio de las brujas (Aradia, or the Gospel of the Witches); el cual relata la historia de Aradia, reina de las brujas y hermana de Lucifer.

Leland sostuvo que aquel extraño libro era, en realidad, parte de una obra más amplia y tenebrosa perteneciente a un grupo de brujas de la Toscana, quienes veneraban a Diana, Aradia y Lucifer. De hecho, el autor aseguró que el texto le fue entregado en persona por una misteriosa mujer toscana, llamada Magdalena, quien además le reveló ciertos aspectos de aquel antiguo culto.

De acuerdo a esta leyenda, Aradia, la diosa de la luna, y Lucifer, el dios de la luz, son hermanos. Ambos nacieron del vientre de Diana, y fueron criados con idéntica dedicación, aunque rápidamente evidenciaron ciertas diferencias de temperamento. Al parecer, Lucifer era un muchacho muy orgulloso del esplendor de su espíritu. Según esta tradición, no fue expulsado del cielo durante las Guerras Celestiales con los ángeles, sino que descendió por voluntad propia a la Tierra debido a que su orgullo le impedía servir al Creador.

Por otro lado, Diana instruyó a su hija, Aradia, mucho más diplomática que su hermano, a que ella también descendiera a la Tierra para enseñarle a los hombres y las mujeres el arte de la magia. Es por eso que se considera que Aradia fue la primera bruja de la historia. Leland describe a Aradia como un ser primordial, mezcla de ángel y demonio, sin inclinaciones concretas hacia el bien o hacia el mal, o mejor dicho, con una agenda propia, que muchas veces puede contrastar poderosamente con la ética y la moral de los hombres. No obstante, la mayoría coincide en inscribir su doctrina dentro de la magia blanca.

Mientras Aradia permaneció en la Tierra, su sabiduría se esparció principalmente sobre las mujeres, quienes aprendieron de ella el arte de la magia en todas sus formas, especialmente aplicada a la medicina natural. No obstante, su estancia en nuestro mundo no fue prolongada. Pronto retornó a las esferas inconcebibles en donde habita Diana, y desde allí, cuenta la leyenda, observa a sus aprendices y guía los pasos de aquellas mujeres que se inician en el camino de la Wicca. En Aradia o el evangelio de las brujas, se supone que las brujas de la Toscana son las únicas que han conseguido preservar intacta la antigua sabiduría de Aradia, sin desviarse hacia un culto más oscuro y siniestro, como el de Lucifer, más asociado a la magia negra.

Por alguna razón ningún especialista ha logrado esclarecer del todo por que Lucifer obtuvo una enorme popularidad, quizá luego de ser instaurado como uno de los enemigos principales de la cristiandad. En cambio, su hermana Aradia, fue prácticamente olvidada salvo por un puñado de brujas de la Toscana, quienes mantuvieron vivo su culto hasta nuestros días. De hecho, el culto de Aradia se mantuvo firme, por lo menos, hasta el siglo VI d.C., donde fue enérgicamente condenado por el Concilio de Ancyra.

La estéril Abyzou

Las leyendas cuentan que Abyzou era estéril y por envidia y celos intentaba malograr los embarazos provocando abortos y si no lo conseguía, trataba de acabar con los bebés. Cuando una mujer estaba a punto de dar a luz, en algunos lugares era costumbre darle un amuleto con el nombre de la demonio, pues se pensaba que de esa manera se alejaba el peligro.  El libro apócrifo “Testamento de Salomón”  la describe como de ‘rostro reluciente de color verdoso’, perpetuamente despeinada, ya que tiene serpientes en el pelo, y su cuerpo sumido en la oscuridad. Abyzou no duerme ya que recorre el mundo en perpetua vigilia buscando mujeres en trance de parir para acabar con los recién nacidos. También se la culpa de otros males como dolores corporales, sordera, afecciones de garganta, ojos e incluso de la locura.

El nombre de Abyzou parece estar relacionado con el “mar primigenio” del que nos hablan los mitos sumerios, ya que como muchos otros seres demoníacos habría salido de sus profundidades. Abyzou podría ser una corrupción de la palabra griega ‘abyssos’ (el abismo), que provendría del concepto mesopotámico ‘Abzu’ que es el mar caótico y oscuro que existía antes de la Creación. Así pues, Abyzou habría salido del mar, del pozo profundo del infierno, dispuesta a causar todo el mal posible.

Para controlar a Abyzou se creía que era necesario saber y pronunciar su verdadero nombre, pero este demonio femenino tenía muchos y era prácticamente imposible reducirla. En el Testamento de Salomón ella misma explica que tiene 10.000 nombres y su antítesis es el arcángel Rafael. En algunos amuletos bizantinos se ve a éste montado a caballo y pisoteando a la demonio. Sin embargo, en otras tradiciones existen otros talismanes en los se ve a Abyzou arrodillada y con las manos atadas a la espalda sometida al poder del arcángel Miguel. Una leyenda medieval cuenta que fue San Miguel quien consiguió capturarla y la obligó a confesarle sus 40 nombres (no 10.000) y así pudo vencerla.

Empusa

La Empusa es una figura que pertenece a la mitología de la antigua Grecia. Se la considera una diablesa guardiana del hades, hija de Hécate y Mormo. Es una ‘cambiaformas’, este don le permite adoptar la apariencia de un animal doméstico como un perro o una vacas, pero también la de una bellísima hetera o prostituta. Sin embargo, cuando se convierte en mujer no consigue transformarse completamente y una de sus piernas queda con la forma de una pata de burro o se convierte en un miembro de bronce.

Las noches de luna llena le gusta atraer a sus víctimas, principalmente viajeros, hacia parajes desiertos y mientras duermen beber su sangre y luego comérselos. Actualmente aún existe en el folclore de las montañas griegas un duende que asusta a los pastores tomando la forma de un perro, un buey o una mula.

La hija de Lilith

Podríamos encontrar una lista casi interminable pero finalizaremos la entrada con la hija de Lilith, Alouqua —también llamada Alouqa—  la madre de una temible raza de vampiresas proveniente de los mitos hebreos. Esta vampiresa es una verdadera experta en todas las posibilidades del amor, aún aquellas que el pudor define como condenables actos mórbidos, con lo cual se la ha considerado como una de las primeras y más poderosas súcubos de la mitología, una verdadera profesional del desenfreno.

Alouqua no se demora más de una noche con sus amantes ni prolonga innecesariamente el rito sexual, y no precisamente porque estos se resistan, al contrario : la capacidad amatoria de Alouqua es tan descomunal que sus amantes no resisten más de una noche con ella sin perder definitivamente la cordura. De hecho, tal como señalan varios grimorios y libros prohibidos de la Edad Media, a veces ni siquiera es necesaria toda una noche de excesos: un encuentro fortuito con Alouqua, no importa cuan breve sea, siempre desemboca en la locura y, posteriormente, en el suicidio.

Versiones antiquísimas relacionan a Alouqua con Lilith, la madre de los vampiros. Según se dice, fue Alouqua la primera hija de Lilith en el destierro, luego de que Adán la abandonara por la insulsa y previsible Eva. De Lilith aprendió el sutil arte de enloquecer a los hombres, aunque su poder jamás podría ser igualado ya que Lilith no proviene de los círculos del mundo, sino que fue forjada antes que él, en algún remoto pensamiento de Yahvé que los sabios han tomado la precaución de no escarbar.

Dios ha elegido mantenerse al margen del sexo, es natural que su oponente, Satán, haya seguido el camino inverso. La sexualidad es una parte esencial de la demonología, y no sólo de la demonología cristiana. Los asirios, semitas, sumerios, babilonios y griegos, por ejemplo, creían en demonios masculinos, femeninos y hermafroditas, en consecuencia, creían en una sexualidad demoníaca, ya que la diversidad de sexos es impensable si ésta no tuviese una función práctica.

Fuentes e imágenes : Demonología // VICE // Supercurioso // Espejo Gótico