El que maltrata es un mediocre que busca justificarse.
La cierto es que algunos se dejan la vida por conservar su puesto de trabajo, cuando el desequilibrio entre las prestaciones económicas y las obligaciones es cada vez más pronunciado. Sin embargo, no todo el maltrato se sitúa en el apartado económico y, podría decirse que lo más preocupante es la del área psicológica. En ese sentido, la persona que negaba el agravio, con la frase del principio de este artículo, me contó el proceso que siguió hasta llegar al punto donde se encontraba en la actualidad. El primer paso fue incorporarse a su despacho actual despojado de toda posibilidad de aportar su opinión; luego, poco a poco le fueron apartando de las tomas de decisiones importantes, hasta dejarle sin voz ni voto cuando en realidad había conseguido un puesto de Dirección. Al cabo del tiempo el trabajador adquirió una dependencia monetaria que le mantenía en el puesto negándole cualquier indicio de desconsideración profesional.
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Las consecuencias del menosprecio es la pérdida paulatina de confianza. El trabajador afectado por este tipo de trato pierde su autoestima y, muchas veces, incluso asume el falso convencimiento de incapacidad para dejar ese trabajo porque, según él, en otro lugar no podría desempeñar con acierto sus tareas, cuando en realidad su capacidad y su desempeño están muy por encima de su propia consideración. No hay peor panorama para un trabajador que aquel donde sufre la pérdida de sus derechos y se acomoda a esa degradación simplemente para conservar su sueldo y no estar en el paro. No siempre debería ser ese el desenlace al revelarse contra la degradación, hay más posibilidades que conducen a resultados más favorables.
Pero, ¿cómo salir de esa dinámica? El primer paso es no doblegarse a la merma de la capacidad profesional, ya que los conocimientos y la experiencia es el ADN del profesional. No es una tarea fácil percibir con suficiente claridad la situación, pero conseguir encontrar el motivo de ese trato es crucial. Este mundo está lleno de mediocres que juegan a depreciar a los más capaces para no dejar al descubierto sus propias incompetencias. Si un trabajador sufre retroceso en su evolución profesional lo que está provocando es la pérdida de cualidades para postularse en otras empresas en el futuro.
Nadie puede calibrar mejor la capacidad de alguien que uno mismo. Por lo tanto, conocer los límites personales es una virtud, pero creerse los descréditos maliciosos es un simple contratiempo al que se debe hacer frente con dignidad.
imagen: @morguefile Si te ha gustado este artículo, compártelo. Gracias.
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