Dennis Lehane: Abrázame, oscuridad

Publicado el 16 marzo 2016 por Francisco Ortiz
 

   A Dennis Lehane le sobra talento para escribir novelas mejores que esta. Es en lo primero que pienso cuando acabo la lectura de Abrázame, oscuridad, segunda de la serie dedicada a los detectives privados Patrick Kenzie y Angela Gennaro. Y se percibe ampliamente a lo largo del libro, que no es muy original en la trama pero posee no pocos aciertos en la narración. Abordar el tema del asesino en serie sin que el lector se sienta en territorio conocido, demasiado familiar, no es nada fácil. Lehane no lo consiguió con esta novela: es otro asesino en serie más, uno más. Tampoco la investigación, la caza del asesino aporta mucho: hay emoción, hay buena ilación, pero no encontramos sorpresas pujantes ni giros brillantes, deslumbradores. Lehane lo confía todo al peso del pasado, a las acciones erróneas y crueles del pasado, y por ahí el libro se salva, busca otro camino que lo hace diferente y, lo que es más importante, casi (solo casi) creíble. Lehane da por sentado que los lectores ya conocen los trabajos y pasiones de los asesinos en serie y decide entrar en una historia de barrio, familiar, de amigos y conocidos, de bares pequeños y personas que tienen cosas y las pierden por culpa de los deseos insatisfechos: y de nuevo acierta, porque convierte Abrázame, oscuridad en un canto nostálgico, en un homenaje a recuerdos y personas recordadas (habla el autor de su propio barrio, en el que creció y al que está sentimentalmente ligado para siempre), a lugares que no deben morir. Acierta, pero el acierto es corto, una manera tan solo de salir airoso, ya que el exceso de violencia, de muertos lastra la novela, empuja a los rincones (a los márgenes) los capítulos de bellas escenas de inocente amor, de bellas escenas con diálogos vigorosos en los que salta muy vivo el pasado más sencillo y luminoso. La mezcla de durísima novela negra y de evocación de unas gentes y un barrio no alcanza jamás un equilibrio justo (sí el honesto) y deja a la novela a medio camino, en un punto interesante pero no memorable.