Dependientes

Publicado el 04 marzo 2013 por Deusexmachina @DeusMachinaEx

Imaginen que van a un gran almacén a comprar una camisa. Cuando la eligen, advierten cómo el vendedor la quita del maniquí donde la vieron y antes de dársela la mete en una bolsa, medio arrugada y por supuesto, usada. “Es que es la última”, les explica. Y no crean que les hace un descuento por el agravio.

Imaginen que en ese mismo gran almacén van a la sección de DVD y deciden, por lo que sea, que quieren comprar” Tienes un e-mail”. No es para ustedes, lo sé: es a sus mujeres a las que les gusta Meg Ryan. Le preguntan al vendedor, que al saber qué título buscan esboza una gran sonrisa sarcástica y les espeta en su jeta: “Peliculón, ¿eh?”

Imaginen que en vez de largarse corriendo de esa mierda de gran almacén deciden hacer una última intentona. Se dirigen a la sección de libros y cuando van a pagar, el vendedor, afamado lector interesado en demostrar su sapiencia en la materia, les calza una chapa de 20 minutos donde les explica las virtudes del libro que quieren comprar, las influencias que el autor tuvo durante la redacción del texto y les hace un par de recomendaciones más sobre obras similares, pero en su opinión, superiores.

Sé lo que están pensando: es imposible que esto ocurra en ningún negocio de este país, y menos tal y como anda la cosa. Pues sepan que situaciones como estas se dan todos los días – muy probablemente se estén produciendo en este momento - en alguna tienda de videojuegos.

En España operan dos de los principales retailers de videojuegos del mundo, siendo los únicos negocios dedicados en exclusiva a la venta de este material lúdico. Hablo de GAME y GAMESTOP, que en conjunto acumulan casi 400 establecimientos en territorio nacional dedicados a vender videojuegos, o eso es lo que ellos creen.

Lanzamiento del Oric-1

Muchos de ustedes definirían estas tiendas como aquellos sitios por los que obligatoriamente había que pasar para comprar un juego hace unos años. El único sitio donde conseguirlos, prácticamente el único sitio donde los vendían. Su monopolio del mercado de la distribución de videojuegos les hizo acomodarse de una forma tal que descuidaban a paso agigantado a los consumidores, tratándoles prácticamente como mierda. Las personas que a ustedes les atendían en una tienda de videojuegos no eran comerciales, sino dependientes: no vendían videojuegos, los despachaban. Les daría igual darles una copia de Super Mario Galaxy 2 que dos cajas de preservativos porque ni su negocio – mucho menos ellos mismos – están preparados para hacer una labor de venta. Es imposible realizarla cuando a) tu clientela tiene la misma o más base de conocimientos que tú en la materia; b) tu clientela no necesita ser informada o asesorada por ti sino que obtiene ese conocimiento de otros medios ajenos a tu negocio; y c) el producto que vendes no es exclusivo, puede ser fácilmente adquirido en otro establecimiento y no habrá una variación determinante en los precios de un distribuidor a otro. Entonces, ¿qué coño es lo que pasa?

En un negocio de estas características la única solución para diferenciarse de la competencia pasaría por dar un mejor servicio al comprador, aunque con ejemplos como los que aquí señalo – reales y vividos en primera persona por el que suscribe, hoygan - no parece que los responsables comerciales de estos negocios vean la importancia que tiene centrarse en el comprador, en el que pone la viruta encima de la mesa. Si están cerca de los 30 compartirán conmigo que ir a una tienda de videojuegos se convierte en un verdadero suplicio. Una experiencia de compra para volverse loco. ¿Creen que esto le importa a los duelos del negocio? Venga, hombre, no te quejes tanto, que vas a seguir comprando igual… ¿No ves que no te quedan más cojones que pasar por el aro?… Eh, espera un momento…

Dia de lanzamiento de GTA V (Dramatización)

El futuro nos depara grandes cambios en la distribución del software lúdico: el empuje de las grandes plataformas de distribución de juegos en formato digital (Steam, GOG), sumadas al interés de Sony, Nintendo y Microsoft en potenciar cada vez más este mercado con sus nuevos aparatos no plantean un buen futuro para el modelo de venta tradicional. Añádanle que ahorrarse intermediarios en el camino entre tu producto y tu cliente es una de las pocas formas de ganar más dinero en la coyuntura económica actual para los publishers. Y para los usuarios esto se traduce en juegos más baratos, disponibles en cualquier lugar, sin ocupar espacio en las estanterías o cajones. El panorama se complica para estas grandes cadenas de venta de videojuegos, y aunque muchos piensen que acabarán desapareciendo (ojo a los casos de GAME en Inglaterra, o al cierre de tiendas GameStop en España) muchos esperamos que eso no pase, por mucho asquete que nos den a veces.

La supervivencia de estas tiendas pasará por su capacidad de alinearse desde ya a su clientela futura, no a la actual. La mitad de los chavales que llenan las tiendas de videojuegos actualmente – esos que mucho miran y poco compran – no estarán allí en unos años. Comprarán sus nuevos FIFA o Cayof (duty) a través del medio que más fácil y barato se lo ponga delante de las narices. Se avecina una reducción muy drástica del número de ventas, de tiendas y de empleos en los negocios de venta física de videojuegos, algo que  ya se ha iniciado y que se acentuará aún más.

Parece que las tiendas de videojuegos tendrán que cambiar radicalmente su enfoque y reorientarse a una clientela más selecta, inferior en número pero quizá igual de rentable. Veo al videojuego en formato físico como un futuro artículo de lujo que sólo unos pocos sabrán – sabremos – apreciar. Serán personas que estarán dispuestas a comprarlos a un precio incluso más alto que el que conocemos actualmente. Porque cuando hablo de “comprar” pienso irremediablemente en completar ese ritual que llevamos poniendo en práctica más de la mitad de nuestras vidas de jugadores, ese “ir a la tienda a comprar un juego” que implica deambular por sus pasillos, tocar las cajas, ver las contraportadas, disfrutar de ese impulso consumista de principio a fin. Veo a las ediciones físicas como futuras piezas de coleccionista, artículos preparados con tal mimo que dejarán en ridículo a las ediciones especiales actuales, y que las compañías lanzarán en unidades muy reducidas para satisfacer a los pocos nostálgicos que no se hayan pasado a la descarga digital. Será algo similar a lo que pasa con los vinilos actuales: la gente no los compra porque suenen mejor; los compran por todo lo que significa volver a poner en marcha su viejo tocadiscos otra vez.

Imágenes de la versión Amiga/Atari ST, ¡cuánto daño habéis hecho!

No tienen otra salida que cambiar. El perfil de vendedor deberá orientarse cada vez más a un público adulto, que valorará la disponibilidad, rapidez y amabilidad de quien le atienda detrás del mostrador como lo más importante en su experiencia de compra. Deberán defender el mercado de segunda mano (su actividad más rentable) frente a los intentos de las distribuidoras por frenarlo, algo fundamental para que el coleccionista pueda sobrevivir a su propia compulsión compradora sin arruinarse. Deberán crecer junto con nosotros los jugadores, porque ya no somos niños y demandamos un trato diferente, profesional; un trato mejor.

Las tiendas de videojuegos nunca volverán a ser como las conocimos en el pasado. Durante muchos años dependimos de ellas, pero el avance del negocio del ocio electrónico las tiene en su punto de mira como si de una especie en peligro de extinción se tratara, algo que para los más vetustos aficionados (¡Ay! Centro Mail) no deja de ser una pena. Pero lejos de alegrarnos de su desgracia, debemos hacer un esfuerzo y ayudarlas a sobrevivir porque están en buena parte de nuestros recuerdos; en la mayoría de ellos. Aún están a tiempo de cambiar, de hacernos disfrutar de nuevo cuando crucemos sus puertas, llevándonos de nuevo a esos tiempos pasados que sin duda fueron mejores. Y si lo hacen allí estará este que les habla,  comprando donde lo ha hecho desde niño, feliz  con sus juegos debajo del brazo. Nos queda poca paciencia, así que tienen que empezar a cambiar ya. Sabremos que todo volverá a estar bien en nuestras tiendas cuando esos dependientes entiendan – o les hagan entender – que la supervivencia de su negocio depende de nosotros, que ellos van a ser, esta vez de verdad, los dependientes. Dependientes ellos, dependientes todos.

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