Derecha, izquierda y el limbo

Publicado el 16 febrero 2015 por Gabrielfp19
Escucho con demasiada insistencia a muchos de nuestros políticos intentando deshacerse de las "viejas etiquetas" o de las "etiquetas de la vieja política", como ellos las llaman, es decir, de aquellas categorías que hasta hace bien poco han ordenado el pensamiento político occidental. Izquierda y derecha son conceptos que parecen condenados al emborronamiento y a esa labor se dedican muchos de nuestros políticos, aunque me da en la nariz que más bien buscan una ocultación interesada con la vista puesta en la caza de votos y que no es tan fácil deshacerse de las etiquetas sin deshacerse de los principios. En todo caso, me niego a aceptar que el discurso político y las viejas categorías queden enterradas bajo la manipulación del márqueting, el desinterés ideológico o la pura ignorancia política.
En esa labor manipuladora ya se situó hace años la derecha española, ocultando la etiqueta derecha al tiempo que nos señalaban un aparente viaje hacia el centro. Nos quisieron vender que buscaban un equilibrio equidistante, como si así pudieran ocupar un basto espacio sociológico dominado por lo que ellos denominaban el "sentido común", la "concordia" y la "equidistancia". Pero, en realidad, lo único que deseaban era alejarse de una imagen rancia, ligada no a la derecha democrática, sino a la herencia ideológica que de forma natural les correspondía -y que aceptaban en voz baja- procedente del franquismo. La derecha española sigue siendo derecha y, en demasiadas ocasiones, muy de derechas. A los hechos me remito: leyes antiabortistas solo suspendidas en el último momento para no correr el riesgo de un hundimiento en votos; leyes que redefinen el terrorismo hasta alcanzar actos de protesta absolutamente democráticos; recortes en los derechos fundamentales de expresión y opinión a través de leyes sin consenso ni apoyos; abandono de políticas de rescate a pobres, desahuciados y demás víctimas sociales; políticas liberales que contienen algo más que guiños a la economía especulativa; menosprecio a las consecuencia que la crisis impone a los más débiles; recortes brutales en sanidad y educación públicas, acompañadas de las correspondiente campañas de desprestigio de lo público. No sigo, pero, por mucho que quieran evitarlo, la etiquetan derecha les corresponde con todo merecimiento.
En el año 2013 una encuesta realizada por el CEO en Catalunya me llamó mucho la atención. Resulta que más del 39% de los catalanes se declaraban de izquierda, mientras que los que se confesaban de derecha no llegaban al 4% -convirtiendo así a Catalunya en algo así como el paraíso de la izquierda mundial. Los catalanes también valoraban que ERC era un partido más de izquierda que ICV o que la CUP. Sin embargo, pocos, muy pocos catalanes, habrán visto a los dirigentes republicanos en actos reivindicativos a nivel social y quizás nadie se los ha encontrado jamás en las luchas de los trabajadores contra el poder empresarial. ¿Cómo es posible, entonces? Pues porque en Catalunya las categorías políticas se han visto retorcidas por la perspectiva nacionalista-independentista. Muchos de los catalanes entienden que Artur Mas es de izquierda por el simple hecho de que desea una Catalunya independiente, mientras que consideran que Albert Rivera es un fascista porque no desea la independencia. Y son pocos los catalanes que reconocen que ambos, Mas y Rivera, se encuentran en el mismo espacio ideológico, si exceptuamos la cuestión nacional. Pero es que cuando las categorizaciones se realizan bajo la perspectiva nacional, lo único que demostramos es una ignorancia política descomunal, además de una tergiversación interesada por parte de los que desean desvanecer la lucha vertical en el enfrentamiento territorial. Solo quiero recordar que las políticas de recortes llevadas a cabo por CiU fueron anteriores e implantadas con tanta o más dureza que las llevadas a cabo por el PP, solo quiero recordar que los colegios del Opus Dei en Catalunya están bajo la protección de la Consellera d'Ensenyament, recordemos las durísimas políticas de Felip Puig como Conseller d'Interior, o no olvidemos que la alta burguesía catalana encuentra en CiU el aliado político perfecto para seguir manejando los intereses del país -es decir, sus propios intereses y privilegios.
Por último, los nuevos partidos como UPyD, Podemos o Ciudadanos, han irrumpido a codazos para hacerse un hueco en el panorama político español. Huyen de las etiquetas tradicionales para enviarnos un mensaje de transversalidad, aspirando así a ocupar un espacio sociológico amplio, lo suficientemente amplio como para dinamitar el bipartidismo y atraer los votos de simpatizantes del PSOE y del PP. ¿A costa de qué? Pues a costa ni más ni menos que de una cierta indefinición ideológica para deshacerse de etiquetas que consideran que pueden restar más que sumar. UPyD y Ciudadanos apelan a una centralidad política, pero con fuertes matices de nacionalismo español para contrarrestar otros nacionalismos. Podemos está elaborando un discurso que solo quiere diferenciar entre "los de arriba" y "los de abajo" y huyendo de la roja biografía de muchos de sus dirigentes. Pero si aspiran a gobernar en algún momento, bien tendrán que definirse sobre temas que tocan a la economía, a la igualdad, a los servicios públicos, a la justicia, a la política internacional y a otros muchos temas con fuerte carga ideológica. El limbo en política, de momento, no existe. Podrán esconder o disimular sus principios tras una cortina de humo, pero no podrán evitarlos, si es que sus propuestas no son puramente populistas buscando gobernar sin saber exactamente a dónde ir.
Por cierto, ¿y el PSOE? Pues en el limbo, a pesar de sus muchos militantes que aún respiran socialista y que miran hacia un horizonte de izquierda. Aquí sí que parece que la maquinaria del partido está empujando al partido al limbo, aunque bien harían en recordar sus dirigentes que el limbo solo se alcanza después de muertos y antes de llegar al cielo o, lo que es peor, al infierno.