¿Derecho a despreciar?

Por Jesús Marcial Grande Gutiérrez

No soy monárquico. Pienso que la monarquía es una institución desfasada. Incluso no la acepto ni siguiera en la historia aunque, desde Mesopotamia, se impuso como forma de gobernar la complejidad de las tribus agrupadas en grandes poblados, en ciudades, en multitudinarias naciones...
No soy nacionalista. Pienso que las naciones agrupan los individuos con pretensión de cohesionar identidades y promover formas culturales, favorecer economías prósperas y defenderse mejor contra posibles enemigos (entre ellos otras naciones con los mismos intereses). Pero sobre las naciones está el vasto mundo, y entre ellas y dentro de ellas, multitud de personas que las transitan, que se relacionan en un nivel superior al patio de vecinos de los intereses nacionalistas.
No soy demasiado aficionado al fútbol espectáculo. Pienso que es un deporte, sobre todo, para jugarlo. Y aún admirando la belleza que a veces producen los diversos lances del juego; no son comparables estéticamente con las acrobacias de otros deportes. Odio, eso sí, las lacras que lleva asociada su comercialización y las asociaciones emocionales y tribales que conlleva..
Pero ante la masiva pitada en la Copa del Rey a nuestro himno nacional no puedo sentir más que indignación. Y acompañando a esta emoción, motor de la cólera, un conjunto de sentimientos negativos: tristeza, desaliento, vergüenza, extrañeza, agravio...
Esta vez, no he  podido dejar de sentir simpatía por nuestro rey. Él solo, flanqueado de un personaje que sonreía manifiestamente la desvergüenza, frente a 10.000 silbatos. En pie, aguantando el chaparrón del desdén, la tormenta del desprecio. Para mí, él fue el ganador de la noche: por su actitud, por aceptar afrontar un destino que conocía, pero dando la cara. Rey mío a mi pesar, Felipe VI, nunca votaré  por ti, por la institución que representas; pero me tomaría unas cañas contigo con mucho gusto.
Respecto a los nacionalistas que se  pitorrean del himno ajeno, ¿qué puedo decir?. ¿Están seguros de que serán capaces de aguantar estoicamente como el rey  Felipe una pitada semejante a sus símbolos patrios cuando, si llegara el caso, se independizaran? Preveo hierro y fuego para doblegar discrepancias con los discordantes. Al tiempo. Pero después de esto perderán sentido sus argumentos sobre librerías catalanas asaltadas, insultos antinacionalistas, derecho a decidir ¿o despreciar?. No existen categorías en el respeto al otro. No podemos caer en la trampa de que hay otros mejores y otros peores. Recuerdo a una catalana nacionalista, familiar cercana, que nos invitó a compartir unos días su casa en la localidad suiza de Les Brenets. Por aquellos días era la fiesta local y asistimos curiosos a conocer sus tradiciones: su famosa sopa, la comida fraterna, su himno... Aquel himno, en francés, se distribuía en unas cuartillas y una de ellas cayó en mis manos. Comencé a leerlo (algo de francés recuerdo del cole) y al traducir aquellas frases algo ingenuas y pomposas, sonreí y se lo mostré a nuestra anfitrión. Ella censuró mi actitud y con gesto reprobador me aleccionó sobre el respeto a las tradiciones y los símbolos de los pueblos... ¿Que habrá pensado de esta falta de respeto tan flagrante y grosera?. Cuando la seguía en facebook llenaba su muro con noticias de este estilo y las acompañaba, a veces, con comentarios desdeñosos hacia "los españoles".
Y el fútbol... Alguien me tendrá que explicar muy despacio porqué unos equipos que "desprecian" una nación, una figura, un himno; se apuntan con manifiesto interés a participar en un acontecimiento que organiza "la bicha" que detestan. Tampoco soporto la hipocresía de unos códigos de honor en unos  jugadores tan refinados, que muestran una indignación ostentosa por una jugada de Neimar que pretendía ridiculizar a uno de sus defensas, pero permanecer pasivos ante una pitada semejante o en las declaraciones en la prensa. Menos mal que existen algunas personas sensatas aún en este mundillo: si no fuera por Vicente del Bosque, me habría alejado definitivamente de él sin  volver la cabeza.
¿De dónde han salido los 10000 silbatos? ¿Quién les ha aleccionado para semejante falta de respeto? Que alguien me lo explique. Puedo asegurar que aquí, en los colegios, no enseñamos ese tipo de cosas.