EL QUE IBA a ser el Campus de la Justicia más grande de Europa, en Valdebebas, es ahora un enorme erial por culpa de la crisis. Nos lo vendieron y publicitaron hasta la saciedad y de todas las formas posibles. Iba a congregar a algunos de los arquitectos de mayor renombre de todo el mundo (Norman Foster, Alejandro Zaera-Polo, Zaha Hadid o Rafel de la Hoz), y estaba llamado a ser uno de los hitos arquitectónicos de Madrid hasta que quedó aparcado. Esperanza Aguirre dijo entonces que era su "reto más ambicioso para mejorar la Administración de Justicia".
El hecho cierto es que tan sólo hay un edificio terminado de los dieciocho previstos y que aquel sueño de grandeza sigue provocando pesadillas. La Cadena SER está contando hoy que el gobierno de Aguirre derrochó más de un millón de euros en la colocación de la primera piedra de aquel gigantesco proyecto urbanístico que nació gafado. Casi un millón y medio de euros de las arcas públicas dilapidado para mayor gloria de un gobierno que, al igual que otras Administraciones, gastó a troche y moche cual nuevo rico.
La Comunidad, y si no al tiempo, siempre podrá escudarse en que el dinero no lo pagaron ellos sino que salió de la empresa BEGAR que ganó el concurso de urbanización. El gobierno impone que las empresas destinen el 1,5% del contrato para gastos institucionales y de publicidad, de tal forma, que hecha la ley, hecha la trampa. La cuestión es que el Instituto de Medicina Legal del Campus, único edificio acabado, ya tiene incluso su propio cadáver antes de ser inaugurado. Ha llegado en forma de factura y nos ha costado 1.388.000 € aunque fuera la empresa adjudicataria la que oficialmente lo pagara. No está mal para una primera piedra.