Nos hemos pasado de frenada y ahora hay que ajustar incluso más de lo necesario, pero es que se nos ha ido la olla en la época de bonanza y vacas gordas. Hemos actuado como ese niño pequeño al que le dan una bolsa de golosinas (los chuhes para algunos) y se las come todas en una tarde. O como ese adolescente que deja los estudios porque en la obra de la esquina de su casa le pagan 2.500 euros al mes. Se acaba la obra y le espera una vida de Inem en Inem.
Los políticos no han sido más listos que ese crío ni que ese adolescente. Para muestra un botón: en la cárcel de Pamplona acaban de retirar las 721 televisiones planas con las que se pretendía dotar todas las celdas de la nueva prisión Norte II. Las teles, que ya las quisieran muchos hoteles de 4 estrellas, costaron 99.000 euros. Ahora están como locos por venderlas.
Las cárceles cada día se parecían más a los Paradores Nacionales, con piscinas cubiertas, televisiones en las celdas y hasta se proyectó un frontón y un campo de fútbol con césped natural en la de Zaballa (Álava). Cada nueva cárcel necesita un presupuesto aproximado de 100 millones de euros.