En la guerra del desprecio he caído prisionero
y me siento solo como un barco a la deriva,
porque tú… mi único consuelo,
se ha marchado ahora de mi vida,
derrumbando por completo mi cielo
y borrando del camino mi salida.
Y aunque pude resistir la soledad,
cual feroz guerrero ante la batalla,
esta vez no pude más,
y herida y triste cayó mi alma,
pues yo que no me rindo jamás
me he rendido cuando marchabas.
Porque era la luz de tu mirada
la que me mantenía en pie como guerrero,
y el sonido de tu voz cuando llamabas,
quien era mi fuerte, mi escudero.
Hoy perdido estoy entre las garras,
de la angustia y la amargura… desespero.
Una flecha enemiga ha sido,
quien me obligó renunciar a amarte,
y moribundo en mi lecho yazco herido…
pensando en tu desprecio a cada instante,
y aunque no niego que soñaré contigo,
algún día sé que podré olvidarte.
La soledad me ha ido derrotando
y la locura y la desdicha invaden mi camino.
Tu ausencia y tu partida me están atando
a vivir sin libertad mi cruel destino,
y cuando recuerdo la esencia de tu encanto
sé que será difícil lograr tu olvido.
Pero me rebelare contra mi opresor
y romperé las cadenas de tu recuerdo
pues, mientras por mi ventana se asome el sol
y aun me quede un poco de mi universo,
buscaré olvidarte, aunque mi corazón,
fallezca o muera en el intento.
Y ahora, como águila cual frente en alto
después de en batalla haber caído,
sigo posado sobre el manto
que ondea en el campo enemigo,
sanando mis heridas tras el impacto,
derrotado sí… mas no vencido.