Desatar

Publicado el 23 febrero 2015 por Jcromero

Este año, que es observado por algunos como el del cambio, puede terminar con una nueva victoria de la derecha económica, mediática y política. Aunque la actual legislatura sea un periodo de hostigamiento, sumisión y castigo, los maltratados parecemos resignados a nuestra suerte. Si fuera por actitud, salvo la ejemplar respuesta protagonizada por las diferentes mareas ciudadanas o por quienes se han opuesto a la sinrazón de muchos desahucios y otras injusticias, se diría que hemos tenido una conducta masoquista. Con unos gobernantes desatados en el recorte de derechos, sin reparo en atracar los bolsillos de los ciudadanos y jibarizar derechos sociales, los ciudadanos que no hemos reaccionado en caliente tampoco lo haremos en frío. ¿Madurez o desidia?

Leo y escucho, en ocasiones escribo, que somos una sociedad democrática. Si Ancelotti levanta una ceja cuando responde a los periodistas, hay quien levanta las dos al escuchar eso de que vivimos en una sociedad democrática. Cuando el jefe del Estado se nombró obedeciendo al capricho del anterior dictador y se mantiene por cuestiones de sumisión y genética; cuando se tolera el proceso de desmantelamiento del incipiente Estado de bienestar; cuando contemplamos, entre pasmados e indolentes, las veleidades de esos entes tan escasamente democráticos llamados partidos políticos; cuando somos como el yunque sobre el que los gobernantes aplastan a los más débiles, a sus derechos y libertades, ¿puede afirmarse que vivimos en una sociedad democrática?

Es recurrente. Cuando las cosas van mal lo más socorrido es buscar un chivo expiatorio o, en expresión desafortunada que nos llega desde los tiempos de las Cruzadas, una cabeza de turco; un culpable que actúe como parapeto de los auténticos responsables. Podemos culpar al sistema, a los políticos y sus partidos, al poder económico o mediático; probablemente tengamos razón y razones suficientes para hacerlo pero tendríamos que preguntarnos también sobre nuestra connivencia y responsabilidad.

Más que en la calle o en las instituciones, la democracia empieza en el ámbito más personal; en el círculo de familia, amigos y conocidos. Una sociedad democrática es aquella que la lleva en su ADN. ¿Actuamos de manera democrática en nuestro ámbito familiar? ¿Somos tolerantes con quienes piensan y actúan de manera diferente a nuestra forma de entender y vivir la realidad? En ocasiones, exigimos a las instituciones y con especial énfasis a los políticos, aquello que no somos ni hacemos. Los primeros en pasar el filtro democrático deberíamos ser nosotros mismos. Si en nuestro círculo más restringido, de puertas para adentro, actuamos como auténticos déspotas; si solo toleramos aquello con lo que estamos conformes; si actuamos como la sentencia bíblica de la paja y la viga en el ojo ajeno o propio; si los prejuicios nos atenazan y nuestros actos desmienten a nuestras palabras, ¿esperamos que los políticos actúen con la coherencia que no tenemos? ¡No nos representan!, se ha gritado con acierto y entusiasmo indignado pero, ¿nos hemos preguntado si ese grito corresponde a la realidad o se trata de un ardid para sacudirnos las pulgas?

Hemos llegado hasta aquí. El pasado, como siempre, es objeto de interpretación y manipulación. El presente, el día a día, lo construimos sobre la marcha, tolerando a un Gobierno corrupto y haciendo bien poco para revertir la situación. El futuro, para no repetir errores, solo cabe esbozarlo desde la implicación, conocimiento y compromiso. Los derrotistas se refugian en aquello de «todo está atado y bien atado» para así justificar el no mover un músculo, una neurona, que desate lo atado. En su fatalismo, actúan como cómplices al aceptar el discurso del inmovilismo.

Es lunes, escucho a Brad Hatfield:

¿Dónde está Ítaca?, Lejos de la ciudadanía, Ahora que vamos despacio…, Irresponsables, Siembra, España: ¿Democracia? ¿Estado de derecho?, ¡Ja!,  Trileros o ciudadanía plana, La izquierda y el pueblo como ciudadanía, La anti-renta de ciudadanía de “Ciudadanos”: ¡Vivan las caenas!,  El PP o el caosPostdemocracia: la nueva ciudadanía postpolítica, ¡Gracias, muchas gracias!.