Por desgracia lo que describo en el título de este post es una situación demasiado habitual.
No sólo se puede observar en la escuela entre compañeros maestros, o de unos padres a unos maestros, sino en cualquier ámbito, ya sea en un parque, en un supermercado cuando cualquier desconocido desautoriza a unos padres frente a sus hijos con un comentario inoportuno o incluso se da demasiado en el ámbito familiar, por parte de unos padres a otros, o de unos abuelos hacia los padres.
No puedo decir que yo no haya caído nunca en este error, porque estaría mintiendo, pero intento en la medida de lo posible no juzgar una decisión de un adulto delante de los niños, y si tengo que hacerlo lo hago de manera privada con la persona.
Hay sobre todo, un cambio muy significativo en la actualidad, en la visión de la autoridad de un maestro.
Antiguamente, cuando llegábamos a casa con una nota de los maestros con una falta o cualquier anotación por un problema de comportamiento, nuestros padres en su mayoría, jamás ponían en duda la palabra de éste. Al contrario, le daban total credibilidad tomando las medidas necesarias para el cambio de dicho comportamiento.
En cambio, en la actualidad, hay una tendencia a desautorizar a la figura del maestro , poniendo en duda la versión que nos da éste de una actitud negativa que hayan tenido nuestros hijos.
Llegando incluso en los casos más extremos, en los que padres se enfrentan a éstos, por defender a sus hijos, no dándoles ni siquiera la oportunidad de darles una explicación de lo ocurrido con sus hijos, y mostrando total confianza en los menores, que por supuesto, puede que tengan la razón, pero para eso está el diálogo con el maestro para aclarar lo que ha podido ocurrir.
En los casos no tan radicales, pero sí más habituales, los padres contradicen las explicaciones, decisiones de los maestros frente a sus hijos, incluso dándoles instrucciones de no hacer caso a ciertas órdenes de éste o de actuar de manera contraria a lo que éste les mande.
He llegado a escuchar como una maestra le explicaba a una madre que su hijo le había llamado "puta", y la madre delante de su hijo le replicaba a la maestra que eso era imposible que su hijo no decía palabrotas, y que en su casa no se decían palabrotas.
En este caso fue esa madre la máxima perjudicada, ya que su hijo fue el que la desautorizó a ella, diciendo de manera clara "papá dice mucho puta en casa".
Pero la maestra también había sido desautorizada frente al niño, al ponerse en duda lo que contaba, en vez de intentar corregir la actitud del niño, o incluso si tenía realmente dudas de esa actitud, hablarlo con la maestra en privado, pero jamás hacerlo delante del niño poniendo en evidencia al adulto.
Como he dicho antes, en el ámbito familiar también ocurre y demasiado, cuando uno de los progenitores llama la atención al niño por una actitud y el otro en vez de mostrarle su apoyo, o en el caso de no estar de acuerdo mantenerse al margen y hablarlo después con él, corrige al adulto delante del niño.
Es verdad, que los niños tienen que saber que nosotros también nos equivocamos.
Aunque en algunos aspectos de su educación, quizás es más favorable para no confundir al niño con las diferencias de criterios entre los padres, mostrarse de acuerdo, aunque de manera posterior se hable de nuevo con el niño para cambiar el discurso, una vez que los padres lo han hecho y están de acuerdo.
Pero jamás crear una confusión, incluso un malestar al niño, desautorizándose un adulto a otro.
Todos sabemos que los padres no pueden estar de acuerdo en todo, e incluso siempre existe uno más benevolente y otro más estricto, pero eso es independiente de que para ciertos aspectos importantes de la educación de nuestros hijos, tengamos que estar de acuerdo, o por lo menos mostrarlo así delante de ellos, aunque después sea un asunto a resolver entre los adultos.
Se nota y muchísimo, cuando un niño recibe una educación con igualdad de criterios, sin trazar límites y normas confusas, incluso con armonía con la escuela, entorno, etc.
Porque realmente todos tenemos el mismo objetivo con el niño, formar una persona íntegra, con educación, valores, capacidad de decisión, autónoma, y claro está los adultos implicados en ello, podemos tener criterios distintos de cómo hacerlo.
Pero eso lo tenemos que resolver entre nosotros, sin implicar al niño, y por supuesto teniendo claro que llegar a un acuerdo afectará directamente al niño.