Ayer veía un episodio de “Estudio Billboard”, un programa que desarrolla entrevistas íntimas de una hora a artistas latinos importantes. Los invitados eran Residente y Visitante de ‘Calle 13’, y el encuentro me provocó una exasperación impensada. Allí estaban, los dos, fenómenos del momento, creadores de himnos bailable y de protesta, autodefiniéndose como “la voz de un pueblo”. Por supuesto que eso no está mal, y era obvio que no se definían como la única voz; el problema está en que no parecían capaces de justificar del todo esta autodefinición, y esto les imposibilitaba hablar de su música, de su idea de la música y de la intención que la música tenía para ellos.
Callados, poco expresivos, dudosos, contradictorios, le hicieron perder a la entrevistadora Leila Cobos una hora de su tiempo. Incapaces de revelar detalles de su proceso de composición (no porque no quisieran, sino porque no parecía haber una forma clara de llevarlo a cabo), discutiendo silenciosamente acerca de algunas imprecisiones, hablando uno por encima del otro y la mayor parte del tiempo pensando de más respuestas que para cualquier artista conciente de lo que hace deberían ser sencillas, Residente y Visitante entraron y salieron del estudio sin ni siquiera cumplir la tradición del programa que incluye hacer alguna partecita de una canción en vivo.
Yo no tenía ninguna preconcepción acerca de su música o estilo, pero me resultó decepcionante verlos defendiendo lo que hacen –un género, dicen ellos, “urbano”, que tiene que ver con un concepto más que con cualquier otra cosa-, para distanciarse principalmente del “reggaeton”, así como de cualquier otra música bailable que hable de mujeres, piscinas y fiestas. Si no me explico bien yo, es justamente porque nada de lo que ellos decían era concluyente. Fue bastante patética su justificación/explicación de una canción de denuncia llamada “Querido FBI”, sumada a una crítica a la música Pop melódica, hecha específicamente a un cantante (no se dieron nombres) que alguna vez dijo “la música está para olvidarse de los problemas”. Está bien, yo tampoco estoy de acuerdo con eso último, pero no me parece irrelevante andar diciendo “Te amo” por el mundo en las canciones (aunque trato de no decirlo mucho)...también puede marcar una diferencia. Y si no puedo defender una postura, o no conozco sobre ciertas cuestiones (ya sea música que crecí escuchando, influencias que pueda tener o que pueda querer transmitir), me voy a quedar callado.
Está claro que esto quizá no le interesa a nadie, pero como persona que hace música (o “arte”, si todavía esa palabra vale para las canciones) es doloroso ver a un ‘artista’ que no puede acordarse el nombre de una canción que grabó con Mercedes Sosa, así como molesta verlo divagando sobre cuestiones que, uno cree, están en su naturaleza. Uno pierde respeto; deja de reconocer un mérito.
Y es un buen antídoto agarrar una pizca del polo opuesto, escuchando las respuestas honestas, complejas e iluminadoras de alguien como Alejandro Sanz, que un día se puso un traje que nadie pudo igualar. Vestir un traje de compositor no es sólo aparentar y dejar que las canciones hablen, es también hablar por las canciones, discutirlas y detallarlas como se debe, porque toda canción tiene su razón de ser, en todas sus distintas etapas. Vestir ese traje es también haber hecho siempre lo que a uno le dio la gana, con quién a uno se le antojara. Sanz puede jactarse de eso, y no de manera arrogante. Así puede jactarse de muchas otras cosas más, en una hora de entrevista que a Leila Cobos y a él no le alcanzan ni para que nosotros lleguemos a intuir, apenas, el monstruo de la canción que es. Sus respuestas quedan a medio camino, pero no se sienten inconclusas; aún así, quedando a medio camino, abren otros caminos que si queremos podemos intentar recorrer. Su sabiduría, su autoconocimiento sobre su arte, es infinito; y eso es lo mínimo que se le puede pedir a un artista. De lo demás podemos hablar o no, aunque una hora de conversación con el astro pop de la música española (quizá de toda la música latina) no sea suficiente. Es más, Sanz, por ser un mundo de palabras, no llega a cumplir con el compromiso de la canción en vivo, y toca un poquito de bulería. Algo es algo. En estas cosas me refugio cuando el resto no cierra.
Hablando de refugios, no piensen que olvido que este es un refugio de críticas. Pero también, como el fragmento de arriba lo demuestra, de autocríticas y reflexiones, que no le hacen mal a nadie porque pretenden extenderse. Siempre dije que volcar problemas personales en un blog no es de mi interés. Sí lo es, en cambio, transmitir algunos de mis interéses porque creo que pueden ser interesantes para el resto.
Las críticas son la base de este blog, ¿no? Pues bueno, me encontré con películas varias como de costumbre, que trataré de acomodar en una misma descarga, que es una descarga doble por todo lo anterior y porque tengo que decir, tarde o temprano, qué pienso de estos films que me he cruzado. Algunos más nuevos, otros no tanto, algunos muy viejos.
---7/10
---7/10
---7.5/10
---5/10
Me quedan pendientes las más viejitas, pero las sumo a otra edición de Mini-críticas que reúna películas de años anteriores. Creo que por hoy fue suficiente. ¿No están de acuerdo?
Saludos Sospechosos!
PD: Sé que en las Mini-críticas los tamaños de los posters suelen ser menores. Se me olvidó. Pido disculpas.