Jóvenes colmados de decoro se movían en las calles de la ciudad organizando la lucha contra el gobierno corrupto y sanguinario de Fulgencio Batista que sometía a toda Cuba. Martí fue arma moral en la lucha: veneraban su ideario, rendían culto a su ejemplo. Se arriesgaron y expusieron a las torturas más terribles y a la muerte por esos ideales, sin titubeos, sin miedo, con coraje descomunal, conscientes de que “morir por la patria esvivir”, abrazando “la estrella que ilumina y mata”.
Esos Clandestinos de nuestra historia patria no podrán jamás ser suplantados por viles lacayos, serviles e inmorales que sin escrúpulos pretenden mancillar al más grande de los cubanos. ¿Quién dice que se puede manchar a Martí en esta tierra? ¿Quién osa creer que un acto así puede contagiar o sumar voluntades? Ese actuar es repudiado por todo patriota digno que se precie de ser cubano. A Martí lo llevamos en el alma por ser lo más puro y genuino de nuestra historia: raíz y tronco de la obra más humana y trascendente de esta isla.
Insulta sí, indigna, pero a la vez alivia ver cómo exponen sus entrañas pútridas, y hacen público al mundo quiénes son los que “combaten” a esta Revolución y a sus admiradores.
“Clandestinos” serán siempre esos cientos de héroes y mártires que se enfrentaron a la muerte inspirados en el legado martiano y por la felicidad de nuestros niños. Condenamos enérgicamente a esos mercenarios, apátridas, que en maniobras rastreras se prestan para tamaña infamia, a cambio de los aplausos y míseros pagos de los enemigos de la Revolución, apadrinados por la mafia de Miami y agazapados bajo las alas del águila imperial.
Quien intente el ultraje a nuestra historia sagrada, avivará la llama de ímpetu patriótico en sus hijos y recibirá el vehemente repudio de este pueblo. Ni “siervos futuros”, ni “aldeanos deslumbrados”seremos jamás los cubanos dignos de esta tierra.
(Granma)