Descendientes de los profundos: “Dagon, la secta del mar”. Lovecraft en Ultramundo
Publicado el 11 diciembre 2011 por Esbilla
La simpática Dagon para Ultramundo. Una honesta adaptación de Lovecraft, no tan mala como se dijo en su momento, que sin resultar nada especial conserva un retrogusto a cierta concepción atmosférica de horror b:
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*Uno de los frutos más dignos de aquel entrañable invento fuera de tiempo que fue la Fantastic Factory y el cual supuso el regreso (o así) de Stuart Gordon al horror preternatural del H.P. Lovecraft tras aquella entrañable parodia gore-desmadrada -síntesis sandunguera de parodia, farsa macabra y cartoon grotesco- que fue Re-Animator (1985) según Herbert West: Reanimador (1922) y su especie de secuela oficiosa From beyond (aquí estrenada como Resonator en video, a ver si colaba), la cual se basa ya muy libremente en un relato del escritor de Providence. Así que de nuevo Gordon se une al guionista Dennis Paoli y a su compinche Brian Yuzna en su idea de resucitar el espíritu, barato, orgullosamente cutre, de la Empire Pictures de Charles Band, hogar donde ambos se habían batido el cobre en los duros 80. Total, que la operación de reunión/nostalgia/evocación se centra en una lectura, más respetuosa que la anterior dentro de sus libertades, menos descaradamente divertida también, de La sombra sobre Innsmouth con el pueblecito de Nueva Inglaterra y su ambiente gótico camudado en siniestro puerto de la costa gallega rendido a un culto grotesco a Los Profundos que ha provocado todo tipo de transformaciones innombrables en su habitantes. El nacimiento del susodicho culto es visualizado mediante un conciso, y algo ridículo también, flashback donde se ve como sustituye, a la fuerza, al catolicismo conformándose como un neopaganismo aberrante, de dones instantáneos y facturas a largo plazo. Por cierto que Gordon alterna, con bienvenido sentido del valor cromático, la luz azul/macilenta del relato por unos dorados luminosos que serán motivo luego.
Mientras la vulgaridad preside la descripción, estereotipada al máximo, de los protagonistas (guiño incluido al pasado mediante el parecido físico entre el genialoide Jeffrey Combs y este atorrante Ezra Godden), un desagradable grupito de pijoteros cuya embarcación se queda encallada por culpa de una tormenta frente a Imboca (Innsmouth, claro), el valor desusadamente atmosférico, a la par pútrido e intrigante, que Gordon intenta conferirle al pueblecito resulta la mejor característica de la película. La cual se desarrolla a lo largo de una noche de pesadilla, desde que la pareja más joven (la rubia Raquel Meroño no tan mal como se pudiera prever, y el mentado Ezra Godden) deja el barco para pedir ayuda hasta la invocación a las fuerzas preternaturales que late bajo los acantilado de Imboca, lo cuales ha sido ya intuidos en los misteriosos sueños del héroe, una elegante solución narrativa que busca dejar al espectador intuir una relación especial entre el muchacho y el lugar a modo de premonición. Un recurso muy bien dispuesto y dosificado, sobre el cual pesa lo suyo la óptima banda sonora de Carles Cases.
Desde luego la película no logra ninguna cota remarcable, pero su modestia, industrial y espiritual, y su aire de tebeo cercano a la EC o a la Warren le otorga una dignidad “b” gustosa, que, si bien no la hace memorable en ningún aspecto, la vacuna contra lo ofensivo, no mereciendo el desprecio generalizado que pesa sobre ella. Los aciertos menudean en igual número, quizá en menor número es verdad, que unos errores que emanan, en su mayoría, de la inconcreción de los objetivos, de su carácter híbrido, melodía disonante de tradiciones contrapuestas: del horror intangible, puramente atmosférico, incluso mental que es el centro de lo lovecrafiano a los desbarres splatter, el humor cazurro/autoirónico. Los cuales rara vez funciona equilibrados, en todo caso uno debe pesar mucho más que el otro (como si ocurría en Re-Animator, por ejemplo) para que la mezcla vaya a algún sitio. Eso por descontar que el talento, de equilibrista, que debería de tener el responsable de tal operación excedería en mucho el que presenta Stuart Gordon.
Así y todo el conjunto se deja ver y hasta agrada en determinados pasajes atentos al detalle y a la sugerencia -la llegada al hotel con el inquietante José Lifante ejerciendo de portero, los habitantes de Imboca persiguiendo al muchacho en la noche, cubiertos de harapos, contrahechos pero nunca revelados en sus formas reales por el juego de encuadres esquinados y al efectiva disposición del decorado, el cual incluye esas pieles humanas puestas a secar como si fuesen ropa, el encuentro violento en la casa medio anegada… – tanto como irrita en sus intentonas humorísticas o sus desvaríos sanguinolentos, amén de que cuando se excede con los efectos especiales deja en triste evidencia su condición de producción menesterosa. Aunque por encima de todo merece la pena retener la rara fascinación de Macarena Gómez, reflejando a la genial Barbara Steele en su atractivo personaje con ayuda de un excelente diseño de vestuario (extensible esto al ingenioso y envolvente diseño de producción general, repleto de pequeño aciertos) y, por supuesto, la venerable intervención postrera de Paco Rabal, muy por encima de sus compañeros de reparto, entregando, con absoluta dignidad profesional un personaje de hondo patetismo gracias a su físico devastado y su voz doliente.*