A veces no eres consciente del cambio sino pasado un tiempo. Cuando miro hacia atrás recuerdo 2014 con mucho cariño. Son sonidos, imágenes, paseos, horas en las distintas bibliotecas, viajes en coche… tratando de encontrar ese algo que hacer con mi vida.
Cuando echo la mirada atrás, lo primero que me viene a la mente es el mar, porque pasé bastantes días en la costa. Mi pareja y yo no teníamos un lugar fijo donde quedarnos, a la espera de salir de nuevo a la aventura europea, de modo que sus padres nos ofrecieron pasar temporadas en su casa en el Mediterráneo. Y así durante los meses de marzo, abril, mayo, junio y julio fuimos yendo y viviendo a ese apartamento frente al mar.
Cada viaje era diferente: unos más largos, otros más cortos… Hubo meses más fríos que otros, con poca gente alrededor, o semanas en las que no había un sitio libre en la playa.
De todas esas estancias lo que con más cariño recuerdo son esos días de paseos por la playa hasta el Pueblo de Pescadores. A veces corriendo, otras paseando al atardecer, tratando de pillar al sol esconderse tras las montañas. Fueron tiempos de desconexión, de búsqueda, de preguntas sin respuestas. En esa época descubrí el Reiki y me daba mis sesiones tumbada en la arena, el H’Oponopono, que iba repitiendo en mi mente mientras me dirigía de vuelta a casa, momentos de meditación fijando la vista al sol, mientras éste se desvanecía en el horizonte enmarcado por la silueta cálida de las montañas y después el cielo se tenñía de un azul violáceo, rosa, burdeos y dorado…
Todo eso fue un paso que necesitaba para convertirme en lo que soy hoy. Durante esos meses aun no lo tenía claro. Mi idea inicial era un proyecto llamado ATMEN (significa “respirar” en alemán): un centro de bienestar con su consulta de reiki, sus clases de yoga y meditación, los talleres que realizaría hablando de la espiritualidad y la vida sana. Pero la idea no llegó a cuajar, por mi falta de experiencia en muchos campos, y por ahora la he dejado aparcada en mi mente, pero no olvidada; un día me encantaría hacer este proyecto realidad.
También recuerdo la biblioteca de Benicassim con su carretera encima del puente por la que los coches corrían veloces, su montecito al que un día quisiera subir, su parque infantil rodeado de montañas en el que pensé que me gustaría llevar un día a mis futuros hijos, la bruma misteriosa que se posaba encima de los peñascos en días sombríos o el azul violeta que abrazaba el agua del mar en días de sol intenso: agua turquesa y piedras blancas en lugar de arena.
Fue tiempo de espera y de incertidumbre, tiempo de miedos y de preguntas, pero tiempo que todos necesitamos cuando nos enfrentamos a un cambio en nuestras vidas. Sin esos momentos de reflexión el cambio no es posible, al menos en mi caso. Vivimos tan deprisa, con tantas obligaciones diarias, con tanto ajetreo que no tenemos tiempo para pensar, para estar a solas, en paz con nosotros mismos.
Por eso creo que la desconexión es vital en nuestras vidas: una semana, un mes, a veces necesitamos hasta un año. Por desgracia pocos podemos tener tanto tiempo libre para pensar. Pero sí podemos encontrar esa semana para nosotros, en el lugar que más nos llame: una playa, un pueblo, una montaña. Hace poco vi una película ahora en cartelera, “Wild”: una mujer joven decide emprender un duro camino de 3 meses y 100.000 millas por la costa Pacífico de Estados Unidos. Un viaje durísimo, en el que tiene muchas veces la necesidad de parar o las ganas de dejarlo, especialmente al principio. Pero sigue, porque hay algo muy dentro de ella que la empuja a seguir, a no rendirse, a cumplir su misión. Es un viaje de encuentro consigo misma, con sus peores demonios, sus miedos, su pasado.
La desconexión que realices no tiene por qué ser así de desafiante ni peligrosa. Ni tampoco tan larga como la mía, porque confieso que aunque no he dejado de trabajar en lo que más me gusta: desarrollo personal, mi blog, lecturas, programas de radio, vídeos que he grabado, el curso de Coaching que empecé… tuve una inmensa libertad a nivel personal en este 2014, fui por primera vez yo de verdad, yo auténtica, con mis miedos, inseguridades, mis preguntas que poco a poco fueron encontrando respuestas, pero yo al fin y al cabo.
Puedes hacerlo solo o acompañado, irte a un retiro de yoga, hacer una caminata por el monte, viajar a esa ciudad que siempre has querido conocer o volver al pueblo de tu infancia… pero si pudiera recomendarte algo, es que encuentres ese momento de libertad, de no tener nada que hacer, ninguna obligación y pienses: ¿qué haría ahora mismo si no tuviera nada que hacer? ¿Dormir, pasear, practicar mi deporte favorito, ir a tomar algo? Hagas lo que hagas procura que tengas tu momento para ti y no fuerces tu mente, no trates de encontrar la respuesta ahora. Cuanto más nos exigimos las cosas, con más dificultad llegan a nosotros. Déjalas llegar a ti, porque llegarán. Siente el momento, siente el presente, porque todas las respuestas están aquí y ahora, aunque no las veamos, esperan pacientemente a que des con la clave para entrar en ese reino mágico del presente y empezar a vivir.
Películas para inspirarte: “Salvaje”, “Come, reza, ama”.
Libros para encontrarte: “El poder del ahora” de Eckhart Tolle, “Deja de ser tú” de Joe Dispenza.
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