Descubriendo a raymond carver

Publicado el 01 marzo 2015 por Elena Rius @riusele

Todos los americanos de determinada edad recuerdan con exactitud dónde estaban cuando supieron la noticia del asesinato de Kennedy. O, si son más jóvenes, qué hacían el 11 de septiembre de 2001. Aquí, cualquiera que tuviera edad de razonar en esa época recuerda lo mismo sobre el asalto al Congreso del 23-F de 1983. Igual que ciertos acontecimientos históricos detienen el tiempo y nos sirven para realizar una foto fija que inmortaliza aquel instante, mientras que el resto de los que le precedieron y le siguieron han caído irremisiblemente en el olvido, existen algunos libros, algunos autores (muy pocos), cuyo descubrimiento nos deslumbra de tal modo que podemos recordar perfectamente en qué momento y en qué circunstancias los leímos por primera vez.

Quizás este tipo de epifanías -como diría James Joyce- sean más frecuentes en la adolescencia, cuando todo es nuevo y todo provoca asombro. También es cuando la mayoría de los lectores suelen acceder a los grandes maestros de la literatura (aunque estas revelaciones no tienen porqué coincidir con grandes nombres). A medida que crecemos como lectores, que conocemos más y más autores y maneras de escribir, la sorpresa y el gozo del descubrimiento pierden su filo. Por eso mismo, las revelaciones que experimentamos como adultos nos deslumbran aún más. Seguro que cualquier lector puede citar alguna, aunque probablemente no más de dos o tres, porque son raras.

Por mi parte, recuerdo como si fuera hoy el día que descubrí a Raymond Carver. Tengo ahora mismo en la mano la publicación que fue responsable: un número de la revista Granta de 1983, titulado Dirty Realism. New Writing from America.

Lo compré, lo sé aún muy bien, en una Feria del Libro de Madrid, junto con uno o dos números más de la revista; eran todos ellos números atrasados, porque recuerdo que estaban de oferta. Corría el año 1985 o 1986. No sabía yo en aquel momento -tampoco lo debían de saber sus editores- que con el tiempo este número adquiriría dimensiones casi míticas. Si repaso el índice, encuentro lo que parece una nómina de grandes autores americanos de finales del siglo XX: Richard Ford, Jayne Anne Phillips, Raymond Carver, Bobbie Ann Mason, Tobias Wolff... Sé que leí la revista de cabo a rabo, y sin duda todas las ficciones causaron su impresión. Pero Raymond Carver me dejo, casi literalmente, sin aliento. Recuerdo haber pensado "nunca he leído nada igual, nadie escribe así". Y era cierto. Carver. como hacen todos los grandes escritores, me desveló una nueva forma de contemplar la realidad.

En su introducción, dice el editor Bill Buford:

Parece que una nueva ficción está emergiendo de América, y es una ficción de un tipo peculiar y persistente. No sólo no se parece a nada de lo que hoy se escribe en Gran Bretaña, sino que es considerablemente diferente de lo que por regla general se supone que es la ficción americana. No es heroica ni tiene visos de grandeza: la ambiciones épicas de Norman Mailer o de Saul Bellow resultan, por contraste, hinchadas, extrañas, incluso falsas. No es conscientemente experimental, como tantos de los escritos -etiquetados según los casos como "posmodernos", "poscontemporáneos" o "deconstruccionistas"- que se publicaron en la década de los sesenta y los setenta. La obra de John Barth, William Gaddis o Thomas Pynchon parece pretenciosa comparada con ella. No es una ficción que pretenda hacer una vasta afirmación histórica.[...]
Se trata de un curioso realismo sucio, que refleja la cara oculta de la vida contemporánea, pero es un realismo tan estilizado y particularizado -tan insistentemente informado por una ironía inquietante y a veces elusiva- que hace que las novelas realistas más tradicionales, digamos las de Updike o Styron, parezcan ornamentadas, incluso barrocas comparadas con él. [...] Es, como Frank Kermode ha observado acerca de Raymond Carver en particular, una "ficción tan sobria en sus formas que se necesita un tiempo para darse cuenta de hasta qué punto incluso el esbozo en apariencia más leve representa la totalidad de una cultura y de una condición moral".

Han transcurrido más de treinta años y el "realismo sucio" ha pasado a ser una corriente literaria más de las que informaron los últimos años del siglo XX. Todo el mundo ha podido reconocer la grandeza de Carver, muchos le imitaron y muchos otros, después, intentaron alejarse de su estilo. Pero su magisterio permanece. Hoy, Carver vuelve a estar de moda gracias a una oscarizada película, , en la que un actor en horas bajas decide poner en escena una obra basada en una de sus inmortales historias. Ojalá que el brillo de Hollywood consiga que mucha gente que tal vez nunca le ha leído descubra de nuevo a Carver y quede de nuevo maravillada por él.