Descubriendo la entrada al Paraíso

Publicado el 07 septiembre 2018 por Doctor Krapp @Dr_Krapp
Descubrí la entrada al Paraíso Terrenal una tarde de septiembre, mientras recogía moras y eliminaba plantas invasoras en una finca abandonada y condenada a la piqueta en las afueras de Kaskarilleira.
Me había adentrado por el hueco de un muro medio derrumbado y  esquivando las inmensas zarzas logré penetrar por aquel terreno resbaladizo. Había un miserable chamizo con la puerta cerrada donde en tiempos laboriosos sus antiguos habitantes debían guardar los aperos. Ahora seguramente estaba abandonado o sería nido de jeringuillas y demás aperos de la modernidad caballuna. Un detective privado no puede dejar de liberar cualquier estancia privada de luz y allí me fui.
Jodida trampa, literalmente me vine abajo envuelto en una nube de tierra y hojarasca. Un metro, no más. Resultado: un susto, cierto sentimiento de ser un capullo y el afán de limpiar el polvo que se me había incrustado en la camiseta y en el viejo pantalón que usaba como avezado cazador de moras.
Comprobé que estaba en un túnel oscuro con cierta luminosidad al fondo a la derecha. Anduve diez o doce metros a lo sumo y llegué a una gran cripta mortuoria, aunque sin fiambres a la vista.
En su lugar encontré un tipo de más de dos metros cuarenta de altura, larga melena blanca de esas que quedan tan chulas cuando hay viento, vestido con una túnica adlib años 70 y con pinta de guiri. Parecía custodiar una enorme puerta de dos hojas muy brillante, quizás de mármol o de cualquier otro material inmensamente noble. Llevaba un cinto dorado y una especie de vaina en el lado izquierdo. A su lado descansaba un bulto de plumas
Pensé: "Ésto es Ibiza, solo en Ibiza se puede ver algo así. Seguro que es una de esas discotecas que te exprimen hasta él último euro y luego te aburres como una ostra junto a cuatro pelagatos paganinis como tú; mientras los VIPS, que han entrado de gorra, se lo pasan a lo grande en la zona reservada."
  • ¿Cuanto cuesta la entrada? 
No me respondió
  • ¿Entiende lo que le digo?
  • Aquí nadie entra, solo sale.
Nunca había oído nada semejante. Su voz era poderosa e hiriente, retumbante. Me tuve que agarrar al muro para no caerme allí mismo. Viéndome en un aprieto, el bigardo me susurró.
  • Usted perdone, no estoy acostumbrado a recibir visitas.  
  • ¿Entonces el negocio va mal?
  • Esto no es un negocio, es el Paraíso Terrenal, el del Génesis.
  • No le creo. ¿Cómo va estar el Jardín del Edén en una finca abandonada en las afueras de Kaskarilleira y al lado mismo de los hospitales?
  • Está es una de sus múltiples entradas, hay cientos de ellas por todo el mundo. 
  • Si eso fuera cierto, usted sería... 
  • Un ángel, concretamente un querubín.
El tipo seguía sin alzar la voz, pero al decir aquello me aparté un poco.
  • Debe comprender que no puedo creerle. Su paraíso perdido me resulta ajeno. Veo más próximo el Reino de Dios, el Nirvana, los Campos Elisios o el Valhalla y sin embargo, están allá arriba en el cielo y no en la Tierra. El Jardín del Edén y sus vicisitudes derrotistas me resulta muy descorazonador para la especie humana. Es mogollón de chungo. No hay esperanza en ese paisaje de la Biblia, solo fracaso y desolación. Si me hablase usted del paraíso socialista o de la Yanna islámica sería aceptable pero...
Era una charla insensata e incontrolable, pura palabrería pedante para dominar el miedo y otorgarme cierta seguridad frente a aquel bicharraco angélico. Los efectos no fueron los deseados. El querubín se estaba cabreando de verdad y se iba pareciendo más al ángel exterminador del Apocalipsis que al segurata cumplidor del Génesis. Pude comprobar que se le estaba erizando la melena de forma extravagante, la mirada se le iba afilando desde el centro de los ojos  como si fuera a lanzarme un rayo láser y sus manazas, convertidas en garras siniestras, se iban acercando al cinto dorado. Ciertamente no había leído el "Tratado sobre la Tolerancia" de Voltaire.
  • ¿Si quiere le enseño la espada flamígera? 
Lo dijo otra vez con voz tonante y sacando de la vaina una enorme espada de fuego, la exhibió sin vergüenza delante de mis ojos.
  • Buah neno, una ful;  es más impresionante la de Darth Vader.
Quedó paralizado en un momento de confusión y yo aproveché para lanzarme sobre el bulto de plumas que como habréis pensado ya, que sois muy listos, eran sus alas de quita y pon. Luego me las coloqué en la espalda y salí como un cohete a través del túnel. Minutos más tarde choqué contra una pared rocosa, caí al suelo, hice recuento de daños sin observar síntomas preocupantes y subí por una rampa de tierra hasta la superficie. Hice saltar la tapa de la alcantarilla y el ruidoso tráfico de mi amada Kaskarilleira me abrazó entre sus recovecos.
(Capítulo 46 de Kaskarilleira Existencial. Aquí están sus otras historias)