Descubriendo la Momia de Hatshepsut:

Por Lidia Lidia Romero Lorenzo

Hola mis poetas, hoy os traigo una nueva noticia sobre egiptología.
“Dormía” en un oscuro rincón del sótano de El Cairo. Hacía más de un siglo que la momia de Sitre In, la nodriza de Hatshepsut, había sido hallada por el egiptólogo más mediático de todos los tiempos, el descubridor de la tumba de Tutankamón, Howard Carter. Ninguna de las dos tumbas construidas para albergar los restos mortales de la reina acogió jamás a su momia. Tutmosis III decretó la eliminación de todo rastro y huella de su predecesora, en un esfuerzo por borrar cualquier pista de su reinado de los registros históricos. Casi 3.500 años después, en 1903, Carter excavó una pequeña tumba en el Valle de los Reyes, la KV 60, en la que apenas encontró dos momias femeninas, semidesnudas, y un grupo de gansos momificados.
LA ÚNICA FARAONA:
Un botín muy pobre, aun a pesar de que una de las mujeres fue identificada como la nodriza de Hatshepsut. Aparentemente nadie prestó atención a la segunda momia, una anciana con el brazo derecho cruzado sobre el pecho; no hasta que Elizabeth Thomas, una eminente egiptóloga estadounidense que hizo un exhaustivo estudio sobre los hallazgos de la tumba KV 60 a mediados de la década de los 60, sugirió la posibilidad de que la momia anciana fuera nada más y nada menos, la de la reina Hatshepsut, hija de Tutmosis I y la única faraona de Egipto, que rigió el destino del país de las Dos Tierras entre los años 1490 y 1468 a. C. Nadie se tomó entonces demasiado en serio las razonables tesis de Thomas, que llamó la atención sobre la singular posición del brazo derecho de la momia, con la mano sobre el pecho, un rasgo muy común entre las momias de personajes de la realeza. El interés del mediático Zahi Hawass, ex Ministro de Antigüedades de Egipto, por la enigmática figura de la reina reavivó la curiosidad, cuatro décadas después, por la momia de la tumba KV 60.
GRACIAS A UNA MUELA:
Así, con las pista facilitada por Elizabeth Thomas, un equipo de científicos supervisado por Hawass trabajó, valiéndose de las últimas tecnologías, en la identificación definitiva del cuerpo. En primer lugar, se comparó el ADN mitocondrial con el de los restos de Ahmose-Nefertari, matriarca de la XVIII dinastía, y el estudio reveló el parentesco genético entre ambas momias. Posteriormente se procedió a realizar un escáner en tres dimensiones del cuerpo embalsamado, cotejando los resultados con las momias de otros familiares directos. Pero la pieza clave del puzzle fue una insignificante muela. Encontrado en un vaso funerario con el nombre de la reina Hatshepsut localizado en el templo de Deir el-Bahari, el molar tenia la clave del enigma. El profesor de odontología Yehya Zakariya examinó una a una las dentaduras de todas aquellas momias que encajaban con la descripción de Hatshepsut en el momento de su muerte. El molar de Deir el-Bahari media 1.591 Unidades Hounsfield (la escala para determinar la densidad radiológica), mientras que el fragmento de la dentadura de la momia de la tumba KV 60 media 1.549; dos cifras virtualmente idénticas. A la momia, en efecto, le faltaba una muela, y la pieza encajaba perfectamente en la maltrecha dentadura objeto de estudio. No quedaba, en apariencia, lugar a dudas: la momia de la anciana de la tumba KV 60, descubierta hacía más de un siglo por Howard Carter y abandonada durante años en un sótano del Museo Egipcio de El Cairo, era, en efecto, la de la reina Hatshepsut. Así, en 2007, quedó finalmente resuelto el enigma y se anunció a bombo y platillo el que era, en opinión de Hawass y su equipo, el descubrimiento más trascendental de la egiptología desde que Carter localizara la tumba de Tutankamón en 1922.
DIABÉTICA Y OBESA:
Ahora sabemos, gracias al pormenorizado estudio de la momia llevado a cabo en los últimos años, que Hatshepsut tenía una dentadura muy dañada en el momento de su muerte, sufría diabetes y falleció a la edad de 50 años, probablemente víctima de un cáncer. Era , además, una mujer obesa. Tanto es así, que en el proceso de momificación la reina tuvo que ser eviscerada a través de la base de la pelvis y no, como era habitual, desde el abdomen. Hatshepsut, al fin, y pese al empeño de Tutmosis III de enterrar su legado en el olvido, tenía rostro. No hay duda de que, por la trascendencia histórica del personaje, la identificación de la momia constituye una de las cimas de la egiptología contemporánea. Es más discutible que, como afirmó Hawass en su día, se trate en efecto del hallazgo más importante en la arqueología egipcia desde 1922. Con toda seguridad es el más espectacular pero, según los estándares de la egiptología moderna, más allá del fenomenal impacto mediático, esta condición es, como mínimo, cuestionable.