Descubriendo Mostar, Bosnia-Herzegovina

Publicado el 22 septiembre 2014 por P.cuesta @BolaDelMundoFP

¡Hola!

Pasado ya el verano (y mis exámenes) vuelvo a la carga y os quiero hablar de una ciudad que se ha colado en mi Top Ten de ciudades favoritas desde que la visité este verano, Mostar.

A decir verdad al principio hacer un salto a Bosnia desde Croacia, no estaba en mis planes de viaje, pero no pude resistirme a ampliar un día el recorrido y visitar este país cuando empecé a investigar un poco y vi todas las facilidades que había para visitarlo, así que me lancé a planearlo y se convirtió en uno de mis lugares favoritos sin darme cuenta, donde no me importaría perderme algún día. ¿Queréis saber qué ver o dónde comer y dormir? Entonces os contaré lo que aprendí durante mi visita…

Lo primero de todo, decir que decidimos hacer el salto hasta la ciudad después de visitar Trogir y antes de visitar Dubrovnik, pues al fin y al cabo había que pasar dos fronteras igualmente para realizar este recorrido (Ya que interrumpiendo la continuidad de Croacia, está Neum, la única franja costera de Bosnia de 25 km), así que aprovechamos y ya vimos Bosnia. Lo primero decir, que aunque las distancias son cortas en este país, se tarda bastante en recorrerlas, ya que las carreteras son de dos direcciones y no están en muy buen estado. Además hay una gran diferencia entre los coches modernos y potentes que te adelantan a toda velocidad, y los antiguos camiones que forman largas caravanas en las carreteras debido a su reducida velocidad. Bosnia como en todo, es un país de contrastes incluso en sus carreteras y de eso te das cuenta nada más cruzar la frontera. Además, las huellas de la guerra son todavía visibles en los numerosos cementerios a pie de carretera, en las casas destruidas o en los agujeros de bala de las fachadas que te hielan la sangre al darte cuenta de la crueldad de la guerra en un sitio tan cercano… Pues es la propia Europa donde todo eso sucedió hace no mucho, no el lejano Oriente Medio o África, lugares que nos parecen tan lejanos que no llegamos a comprender lo que allí sucede.

En ningún momento llegas a acostumbrarte a la impresionante visión de los restos de la guerra, por eso llegas a Mostar con una extraña presión en el pecho, mezcla de pena y fascinación por todo lo que ha sucedido en esa tierra y por la fuerza de las personas que viven allí. No conozco Jerusalén, pero estoy convencida de que si algún día voy allí, sentiré lo mismo que sentí al entrar en Bosnia.

Dicho esto, lo primero que vimos al llegar a Mostar fue una base militar con tanques, ametralladoras y todo tipo de armamento que estaba a la vista de todo el mundo desde la carretera y parecía que fueran a usarlos si te acercabas demasiado. Lo siguiente fue ver más y más casas agujereadas, derruidas… y cuando ya nos temíamos lo peor, llegamos al centro de la ciudad y nos encontramos con una explosión de color y vida que nos conquistó de inmediato. Nuestra elección para pasar la noche allí fue el Hotel Villa Anri, un hotel encantador con unas vistas excepcionales de la ciudad y del Stari Most, y un servicio excepcional y encantador. Definitivamente fue una elección perfecta. Eso sí, evitar llevar un equipaje muy pesado si cogéis la suite superior, porque está en el último piso y no hay ascensor.

Para comer nos recomendaron el Hindin Han, que estaba al lado del hotel y del centro histórico y comimos deliciosamente bien por un precio muy aceptable. Merece la pena mencionar que la comida en Bosnia es deliciosa, en especial la carne, así que no os vayáis de allí sin probar los pinchos morunos de este restaurante. Desde allí iniciamos la exploración de la ciudad, de la parte antigua que bordea el río Neretva. Visitamos las dos torres que flanquean el Stari Most, que es el puente más típico de la ciudad y famoso por ser destruido por las fuerzas Croatas durante la Guerra de los Balcanes. Su destrucción supuso una ruptura entre la convivencia pacífica de las dos religiones que convivían pacíficamente en Mostar y separó las dos partes de la ciudad por el río, la parte cristiana y la musulmana. Y si igual de duro fue el golpe que supuso su destrucción, su reconstrucción supuso también un importante hito para esta ciudad y en general para toda Europa.

Una de las torres ofrece una exposición de fotografías de la guerra. Su entrada son 3€ por persona (aceptan tanto euros, como marcos bosnioherzegovinos) y ofrece unas bonitas vistas del puente. La otra torre acoge un museo de historia de la ciudad y la construcción del puente. El Stari Most es impresionante, hermoso y… lleno de gente que se saca fotos u observan a los Bosnios que se ofrecen a saltar desde lo alto por unas monedas. Es una tradición saltar desde el centro, aunque considero que hay que tener mucho valor para ello. Bajo él, el río Neretva corre con fuerza y hace contrastar sus hermosas aguas verdemar con el verde oscuro de los árboles que lo rodean y el gris de las rocas y los edificios.

En cuanto cruzas el puente te encuentras en el Bazar Kujundziluk, lleno de puestecitos donde venden comida y souvenirs, entre los que destacan objetos hechos con los restos de las armas de la guerra, como balas usadas para crear bolígrafos o llaveros. En todo momento es prácticamente imposible borrar la imagen de la guerra cuando estás en esta ciudad, ya que tanto los objetos que venden, como los edificios que no han podido reconstruir o las personas que muestran en sus cuerpos las marcas de la guerra, te recuerdan constantemente el horror vivido y te hacen querer gritar para que eso nunca más se vuelva a repetir. Por suerte, en contraste con eso está lo hermoso del paisaje, la magia de la ciudad y la amabilidad de la gente… Creando así una mezcla explosiva e indescriptible… Mágica.

Las vistas desde el minarete de la mezquita de Koski Mehmed Pasha son impresionantes, aunque el ascenso puede ser agotador e incómodo debido a la estrechez de las escaleras de caracol. Aún así merece la pena subir hasta arriba para ver Mostar desde lo alto. Justo en la orilla oeste, al lado de la torre que es el museo de historia, encontramos una antigua mezquita reconvertida en librería árabe, donde aparte de vender libros en todos los idiomas de segunda mano, puedes disfrutar de un magnífico documental de la destrucción y reconstrucción del puente de Mostar. Es una parada obligada si consigues dar con la librería, pues pasa desapercibida… Pero si das con ella, que sepas que has dado con un pequeño tesoro. Una vez visto eso, nosotros regresamos al hotel que lo teníamos al lado, para dejar las bolsas y así hacer tiempo hasta la cena mientras disfrutábamos de unas bebidas de bienvenida que nos sirvieron en la terraza de nuestra habitación. Mientras probábamos el vino de la tierra y unos aperitivos, nos sorprendió la llamada a la oración y cómo todas las mezquitas de la ciudad se iluminaban al mismo tiempo, mientras la melodiosa y profunda voz del imán nos hipnotizaba. Fue un momento perfecto y donde terminé de enamorarme aún más de Mostar. Solo por ver esto siento que mereció la pena hacer noche en la ciudad, algo que la gente no suele hacer, perdiéndose en el proceso parte de la magia de Mostar.

Para la cena elegimos el otro restaurante que nos recomendaron, el Sadrvan donde sus camareros vestían con los trajes típicos turcos. La comida era abundante y no demasiado cara, aunque no tan buena como la del restaurante al que fuimos a comer. Aún así mereció la pena conocer el restaurante… Eso sí, comes rodeado de gatos que se pasean por entre las mesas como si fueran los amos del lugar. Mostar también ofrece alternativas nocturnas como una discoteca en pleno centro histórico o numerosos bares y teterías donde tomar té árabe o fumar shishas.

Al día siguiente pedimos que nos sirvieran el desayuno en la terraza de nuestra habitación y disfrutamos de las vistas mientras nos despedíamos de la ciudad. Al realizar el check-out en el hotel, la recepcionista nos despidió dándonos una botella de vino de la zona y varias indicaciones para algunas excursiones que podíamos hacer camino de Dubrovnik, entre las que incluía la visita a Tekija en Blagaj, una casa enclavada sobre la roca al pie del río y al lado de una cueva llena de aguas turquesa. Un lugar precioso la verdad… Con fácil acceso y un parking sencillo. Otra opción era visitar las Cascadas Kravice, aunque como el tiempo no acompañaba y habíamos visto dos días antes las de Krka, optamos por pasar de largo.

Y bueno, luego mucha paciencia para ir hasta Dubrovnik, pues las carreteras son igual de malas en esa parte de Bosnia que las que tomamos para llegar a Mostar, aunque los conductores siguen estando igual de locos y realizan adelantamientos suicidas.

En fin, toda una aventura muy recomendable… ¿Os animáis?

Paula.

Información extra:

  • Como ya he dicho la moneda de allí es el Marco Bosnioherzegovino, pero también te dejan pagar con Euros. La conversión que te hacen es 1 Euro = 2 Marcos
  • Las teterías cierran pronto y a partir de las 8 todos los puestecillos cierran también, así que no dejéis las compras para última hora.
  • Fuera del centro histórico también hay cosas para visitar como la catedral católica o la plaza de España, creada en honor de los soldados españoles que ayudaron en la guerra de Bosnia como fuerzas de paz, protegiendo a la población.
  • ¡Cuidado con los tacones si vas a Mostar! Todo el suelo es de cantos de piedras… así que mejor déjalos en casa si no quieres hacerte un esguince.
  • Lleva siempre a mano el pasaporte y la tarjeta verde del coche, pues nunca sabes cuándo puedes encontrarte un control policial o de pronto una frontera.