Viajar es conocer, pero no siempre hay que tomar un avión o hacer la maleta para lanzarse a descubrir nuevos lugares. Suele suceder que nos aventuramos a tierras más o menos lejanas (cosa totalmente fantástica, por otra parte) y dejamos de ver joyas que tenemos como quien dice a la vuelta de la esquina. Una frase muy tópica, lo sé, pero no por ello menos cierta.
Con esta idea en mente, hace un par de días me propuse pasar la tarde visitando la villa romana de Centcelles, a unos 25km de mi ciudad, Cambrils, y a 6 de Tarragona (la capital de provincia), entre la población de Constantí y el río Francolí. Me enteré de su existencia por casualidad, leyendo sobre el patrimonio artístico tarraconense mientras hacía fotos al magnífico anfiteatro romano de Tarraco (o con su nombre completo Colonia Iulia Urbs Triumphalis Tarraco), y es que Centcelles -quizá por su situación fuera del núcleo urbano- no es muy conocida.
Parece ser que la hipótesis sobre la existencia de unas ruinas romanas en Centcelles ya se formuló allá por el siglo XVI, aunque no fue confirmada hasta 1877 cuando, convertidas en casa de campo, se descubrió el mosaico de la cúpula por azar al desprenderse unos fragmentos del yeso que la cubría.
El interés que suscitó el descubrimiento del mosaico hizo que, desde principios del siglo XX, los estudios y las investigaciones sobre Centcelles se sucedieran. Finalmente, en 1959, habiendo adquirido la propiedad el Instituto Arqueológico Alemán, se emprendieron los trabajos de restauración del conjunto. Una vez terminados, la propiedad de Centcelles se traspasó al Ministerio de Cultura español y así pasó a formar parte del Museo Nacional Arqueológico de Tarragona, que continuó el trabajo de investigación. En 1987, las instalaciones fueron remodeladas y se adecuaron para la visita pública.
La villa de Centcelles se encuentra en un entorno privilegiado, en plena naturaleza, en estos días animado con los cantos de unas cigarras excitadas por el sol abrasador de las cuatro de la tarde de este bochornoso julio.
Pagando la simbólica cantidad de 1,80 euros, nos adentramos en una parte del Conjunto arqueológico de Tarraco, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en el año 2000.
La instalación de una base militar en Tarraco (capital de la Hispania Citerior o Hispania Tarraconensis) en el año 218 aC potenció la ocupación del territorio que la rodeaba, así como el establecimiento de villas destinadas a la explotación agrícola que, con el tiempo, cumplieron una doble función, fueron instalaciones agrícolas por una parte y villas residenciales para el uso y disfrute de sus propietarios por otra.
El primer asentamiento romano en Centcelles tuvo lugar en el siglo I aC. Más tarde, entre los siglos I y II dC, se construyó una villa de la que sólo se conserva una parte muy reducida de su planta. En la segunda mitad del siglo III dC, se realizaron diversas reformas y se ampliaron las estructuras anteriores. Aunque la fecha exacta sigue siendo objeto de discusión, las edificaciones visibles actualmente pertenecen a mediados del siglo IV.
Una estrecha entrada da paso a una impresionante sala de planta circular con la cúpula de mosaico de época paleocristiana más antigua que se conoce por debajo de la cual se han conservado también restos de pintura mural.
Esta sala debía tener las paredes cubiertas de pinturas de las que, desgraciadamente, solo se han conservado tres pequeños fragmentos de la parte superior. La cúpula estaba recubierta de teselas formando un mosaico estructurado en tres zonas concéntricas y un medallón en el cenit. La buena conservación de algunas zonas y la excelente labor de restauración llevada a cabo permiten hacerse una idea de su magnificencia original. En la parte inferior, la mejor conservada, se pueden ver escenas de cacería; la segunda zona exhibe episodios del Antiguo Testamento y del Nuevo, algunos de los cuales se han podido identificar, y la tercera zona alterna las representaciones de las cuatro estaciones del año con cuatro escenas que tienen personajes entronizados. Finalmente, el medallón del cenit está casi todo destrozado y solo se conserva un fragmento con dos cabezas.
Aun cuando Centcelles conserva el mosaico de cúpula de temática cristiana más antiguo del mundo romano, la interpretación del monumento es aún incierta. Mientras algunos investigadores lo consideran el mausoleo imperial de Constante (hijo de Constantino el Grande, asesinado en el 350 dC en las Galias cuando huía hacia Hispania) al que se ha identificado en el mosaico en diversas ocasiones, otros defienden que el complejo estaría destinado a recibir los restos de algún miembro destacado de la Iglesia. Una tercera interpretación defiende, sin embargo, que el edificio no tiene función funeraria alguna.
En la nave adyacente se ofrece una grabación de unos ocho minutos de duración, en diversos idiomas, sobre la historia del monumento así como una muestra de recipientes y cerámicas de la época.
El recorrido de Centcelles continúa por el exterior, en donde se pueden ver los restos de unas termas y de un taller de mosaicos.
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Tras la visita, hago una lista de todos los monumentos que conforman el Conjunto arqueológico de Tarraco: el Museo Nacional Arqueológico de Tarragona, el museo y la necrópolis paleocristianos, las murallas, el conjunto del foro provincial y circo romano, el anfiteatro, el foro de la Colonia, el teatro, el acueducto de Les Ferreres, la torre de los Escipiones, la cantera de El Mèdol y la villa de Els Munts.
Espero que sigáis el blog para leer sobre cada una de las visitas