Desde Calahorra a Támara

Por Monpalentina @FFroi

Todos coinciden en señalar aquel punto como el más significativo, donde se inician las obras en julio de 1753, un proyecto de siglos donde se perseguía, como ahora mismo en tantos otros lugares, la comunicación. Para ello es preciso hacerlo navegable, para que la mala condición de los caminos no lleve el aislamiento a aquella tierra, canción muy repetida en el norte que hasta la fecha solo se ha quedado en promesas.

Pero no vengo a hablarles de su historia, que para eso hay gente muy preparada y mucha información por todas partes. La estampa es lo que queda y el sonido del agua cayendo sobre aquellas compuertas que encontramos abiertas. Para mí, no sé si es que estoy chapado en el romanticismo y no me entero, aquella imagen es justamente lo que necesitaba para superar tantas noticias trágicas como se cuelan a diario en todas partes, vapuleando un poco nuestro ideario de mundo.

Margarita, que es muy previsora, ya se había puesto en contacto con Paz, la dueña del hotel rural de San Hipólito, en Támara, que se localiza junto a la iglesia, "catedral" del mismo nombre, para comer allí lo que nos dieran, pues estaban ya cerrando puertas hasta la primavera. El trato exquisito. La comida excelente. Como si se tratara de uno de esos famosos influencer que ahora tanto se prodigan por las redes. A mí que la montaña me devora, me cuesta alejarme de aquel pueblo, me cuesta despedirme de esta Tierra de Campos. Todavía me detengo a la salida, y por la orilla de la tierra voy buscando el lugar para la foto: aquellos palomares son la excusa perfecta para una despedida, un símbolo de nuestro paisaje, un grito a quien corresponda para que no los abandone, un deseo mutuo de protección y de llamada.

Cada viernes en la tercera de Diario Palentino