El valle de los Redondos es uno de los reductos naturales de mayor valor ecológico de la cornisa cantábrica. Eso está escrito por doquier. Y es así por su bosque, por la riqueza botánica y faunística y los lugares idílicos como el Ribero Pintado, Covarrex, Cueva del Cobre y Sel de la Fuente.
José Luis de Mier y Marisol, su esposa, tienen un tesoro en Santa María de Redondo. Gonzalo Alcalde Crespo fue testigo conmigo de un encuentro con ellos y, trípode en ristre, el escritor volvió a recoger las instantáneas que pueden admirarse de este lugar de ensueño. Días más tarde, me consta, nuestro anfitrión esperaba la visita de mi compañero de página Pedro de Hoyos, que escribe de él: "si don José Luis de Mier presume de algo en su vida es de castellano y palentino".
José Luis no es sólo un buen amigo. Este palentino es castellano antiguo, prestigioso abogado en Cataluña, que vive enraizado hasta lo más hondo en estos lugares, donde aún se percibe un encanto que atrapa a todos los que vienen por primera vez.
En medio de este pueblo, a pocos kilómetros de las últimas explotaciones de carbón, el matrimonio ha levantado un palacete rural donde se conjuga pasado y presente. Una inmensa cocina con su lumbre y su trébede, cuyo suelo en blanco y negro nos devuelve la memoria de hospitalidad que siempre anidó en estos lugares apartados. Ya con anterioridad nos trasladamos al vecino pueblo de San Juan, donde el incansable matrimonio adquiere y restaura con ayuda de diversos vecinos y profesionales el viejo molino, al que dedicaremos uno de los próximos comentarios.
El casuco se halla en una zona elevada y desde su corral puede admirarse buena parte del valle; las peñas del moro, que conservan viva la leyenda de nuestro paisano de Verdeña Barrio y Mier y la torre de su iglesia de La Asunción, recientemente restaurada. Se trata de una casa pequeña, llena de libros. Libros de todos los colores, de todos los tamaños, de todas las tendencias. Uno de ellos, recientemente publicado, trata de prestigiosos paisanos castellano-leoneses, como Luis del Olmo y el propio José Luis de Mier, tal es, tal debe ser, la importancia de su labor y de su voz.
Resurreción María de Azkue, hijo del poeta Eusebio, un importante estudioso de la cultura vasca, publica entre 1935 y 1947 cuatro tomos de recopilación de costumbres y dichos, tantos y tan variados como los nuestros, material que busca o que le llega de todas partes. Martín Arotzarena le cuenta al etnólogo que una vez llegó a Orbara un grupo de hombres que pretendía coger la luna que se reflejaba en el río creyendo que era un queso. Se colgaron del puente dándose las manos y cuentan que, el que estaba más bajo le gritaba al que estaba más alto: "suelta un poco la mano para que pueda yo coger el queso". Alargó su mano el de arriba y cayendo todo el grupo al agua la luna se les alejó.
Ese trozo de luna me ha parecido a mí verlo desde el casuco. Y no me he atrevido a decírselo a nadie por el miedo que impera en el pensamiento de los que aquí viven.
La luna es un pretexto para explicar un sueño. Tenemos una tierra preciosa y poco maltratada. La tenemos al alcance de la mano. No caigamos al agua buscando los alimentos que ella generosamente nos entrega y escribamos como este matrimonio un canto de agradecimiento.
Para la sección "Vuelta a los Orígenes" en Diario Palentino