Pepe Reina y Jordi Folqué
Normalmente veo los toros desde la barrera. Me llega un libro, lo leo, me documento y me parapeto delante del autor/a con la grabadora por delante y empezamos a hablar, me cuenta, le pregunto, me sigue contando, sigo preguntando. Muchas veces la entrevista se pierde por caminos paralelos al libro o directamente se da un paseo por los alrededores. Y muchos detalles, muchos comentarios, muchas percepciones se quedan en el tintero porque el espacio no debe dar para más. Lo mucho cansa.A veces bajo a la arena y en, esas, la cosa es plantarse a dos pasos del autor y traducir al lenguaje periodístico lo que ha expresado con sus propias palabras. Eso acabo de hacer con el libro de Pepe Reina, “El mundo en nuestras manos” de la Editorial barcelonesa Medialive. Ahí no me he plantado ante, en este caso, el futbolista que hace de sus vivencias y recuerdos un libro escrito a cuatro manos con el periodista deportivo Jordi Folqué, ahí pululaba en las cercanías.
En un cómodo pero bullicioso segundo plano ejecutivo, del que también participan María José de Acuña y Jara Santamaría, en una mañana de frases tipo: “María José, cuando llegue Ramón le subes a la sala, tenemos un par de minutos para que se saluden”, “Jara, ¿han llegado los de Tele 5? ¡entran ya!”, “Merche, su director de imagen está en la sala de prensa, ¡te espera allí!”, “Pepe, ahora vamos con los de Cuatro, cambiamos el set”, “Si me garantizas que en cinco minutos montas cámara, preguntas y desmontas, entras ahora...”, “¿Alguien se apiada de mí y me pone un café? Vuelvo en cinco minutos...” “¡SHHHH! ¡Están grabando!”
Después de la rueda de prensa y las últimas entrevistas
Siempre es apasionante coincidir, aunque sea por unas horas, con alguien que atrae las miradas de admiración, curiosidad o, incluso, inquisitivas de otros. Eso te permite permanecer lo suficientemente cerca como para apreciar por qué despierta pasiones u odios y lo tranquilizadoramente lejos para que esos sentimientos no te provoquen un síndrome de Estocolmo.
Sentía curiosidad por su altura, y es alto, mucho. Cercano, de los accesibles que siempre tiene la mejor palabra en la mente, dispuesta a ser verbalizada. Emotivo y contenido, casi a partes iguales, de mirada inteligente y sonrisa generosa. Todo eso se percibe en el texto. “El mundo en nuestras manos” ha llegado a las librerías porque para Reina era la fórmula perfecta que le permitía recordar por qué los últimos cuatro años de trabajo de 23 deportistas han acabado como lo han hecho, levantando en su mano, y gritando a un tiempo, el trofeo máximo para un futbolista.
Firmando un libro
El tiempo va pasando y hay que comprobar que, en la sala de prensa, la tarima para las cámaras de televisión es amplia y estarán cómodos haciendo su trabajo. Nuevo recuento de las sillas, aunque al final, más de un compañero se quedó de pie. Momento de confabulación con uno de los maitres del Intercontinental para que la broma que le tenemos preparada salga bien. Comprobación de que las entrevistas previas y posteriores a la presentación ante los medios, un total de 20, van en hora. Sacar, algo, al sargento que todos llevamos dentro acotando tiempos. Responder a periodistas, al equipo del propio jugador y a la familia, aguantar el tipo y mantener sonrisa si falla algo (va en el sueldo), recorrer una y otra vez el mismo pasillo de tacones amortiguados por una mullida moqueta alfombrada en una rutina que, ese día, comunica la sala de entrevistas con la de la rueda de prensa, tomada por los equipos de televisión.Improvisar cuando toca, sin que se note, y mantener el plan previsto sin que los tempos se asemejen a una férrea ley no escrita... y el plazo se cumpla. Reina se ha puesto a disposición de la editorial, obediente y colaborador, algo más de cinco horas. Un par de minutos para saludar y besar a sus padres, a los suyos, antes de la rueda de prensa. Escoltado, permanentemente, por una nube de personas que gravitábamos a su alrededor, cada uno con su cometido. Como un punto en el que convergen todos los caminos. Rueda de prensa, nueva nube de fotógrafos y cámaras de televisión dirigiendo sus objetivos del libro a él y de él al libro.
Se emociona de forma casi imperceptible cuando Ramón Fuentes, amigo de la infancia, periodista deportivo y presentador del acto, le acerca una bandeja con una bebida de cacao y un cruasán. Un ritual que cuenta en el libro y que no sabe, hasta ese momento, que será también protagonista de la presentación. Le brilla la mirada cuando se gira para contemplar en la pantalla el vídeo que recoge los mejores momentos del Mundial (para verlo hacer clic aquí)
Con su padre, Miguel Reina
Y cuando todo acaba, cuando ya no queda rastro de ningún periodista, es por unos momentos Pepe hijo, Pepe hermano, Pepe amigo, Pepe nieto... Su padre, tan cercano como él, cuenta anécdotas que le trasladan a su adolescencia. Es un tío normal dueño de una agenda concentrada y por eso el paréntesis no dura demasiado tiempo abierto, tiene que tomar otro avión que le alejará de Madrid.
Merche Rodríguez