Revista América Latina

Desde Venezuela. Alberto de Luca: Psicología al Día: Los celos.

Publicado el 07 junio 2015 por Joseantoniomedina1234

columnista alberto de luca bartolomeo.jpgEn la psicopatología del amor ocupan un lugar central los celos.

Los celos son un fenómeno normal cuando son justificados y proporcionados. Me atrevo a afirmar que son expresión de un equilibrio psíquico (lo anormal sería carecer de esta reacción).

Pero cuando son injustificados o desproporcionados, nos enfrentamos con un fenómeno que entra en el terreno de lo psicopatológico. Detrás de unos celos desproporcionados, pero comprensibles, se esconde numerosas veces un sentimiento de inferioridad y una amenaza a la mismidad de la persona celosa.

La situación celotípica es triangular. No ocurre así en la envidia (con la que se los ha comparado), en la cual sólo están implicadas dos personas.

Los celos surgen allí donde un “rival” amenaza con privarme de algo o alguien amado.

En este sentido, podemos decir, los celos no son un querer tener (como ocurre en la envidia), sino un querer retener, un no-querer-perder.

Tras el temor al rival se oculta una interna inseguridad en sí mismo; una vacilante autoestima, que precisa del ser amado para mantenerse; un sentimiento de inferioridad respecto a otros seres del mismo sexo; un “defiante” modo de ser (un modo de ser desconfiado apriorístico).

De ahí que el celoso vea en los demás a posibles rivales; de ahí su exagerado “celar” en torna a la persona amada, que hace de su vida una permanente ebullición y un tormento.

Con sus celos, el celoso se está diciendo a sí mismo: “No tengo confianza en la persona amada, porque no tengo confianza en mí; porque temo que prefiera a otro, que será siempre superior a mí”.

Y con sus reproches injustos a la amada, el celoso se disminuye a los ojos de aquella y hasta la empuja a alejarse; con lo cual consigue lo que más temía: la pérdida de la persona amada.

Dicha pérdida servirá para confirmar sus dudas. Con razón el lenguaje popular nos dice que “los celos, a veces, despiertan a quien duerme”.

El celoso -en tanto que defiante (desconfiado)- vive una especie de expectativa, de pre-espera, bajo la continua amenaza de ser abandonado por la persona amada.

Los celos se instauran más fácilmente en aquel para quien la persona “amada” es más necesitada que auténticamente amada; necesaria para mantener indemne la autoestima; para la integridad y equilibrio  del inestable sí-mismo. En tanto la “amada” me abandona, se hundirá no sólo la relación seudoamorosa, sino sobre todo la seguridad en mí, mi equilibrio y autoestima.

Que el celoso “no pueda vivir” sin la amada no significa que la ame auténticamente, sino que la necesita como medio para ser él mismo.

Quien es constitutivamente “defiante”, apenas precisa motivos para ser celoso: “Bagatelas tan ligeras como el aire son para los celosos pruebas tan profundas como las afirmaciones de la Sagrada Escritura”, dice Yago.

Y en otro lugar se establece este diálogo: Desdémona: “¡Ay, día desgraciado! Nunca le di motivo”. Emilia: “Pero las almas celosas no se pagan de tal respuesta. No son siempre celosas con motivo; son celosas porque son celosas. Los celos son un monstruo que se engendra y nace de sí mismo”. (De Otelo). 04145541014 [email protected] Colaboración especial para LatinPress®. http://www.latinpress.es


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