Los hechos más recientes muestran que el sector de la oposición que es partidario de deponer por la fuerza al Presidente ha instrumentado planes para alcanzar el objetivo y ha contado para ese fin con un importante paraguas internacional.
Por su parte, el Gobierno ha reaccionado haciendo denuncias, ha reprimido a los oficiales de la FANB involucrados y ha encarcelado a civiles. Estas respuestas le han permitido al Gobierno controlar la situación, pero ha tenido que confrontar problemas de opinión pública, sobre todo internacional, porque no ha documentado con precisión los acontecimientos ni las responsabilidades.
No todos en la oposición están de acuerdo con esa estrategia de derrocamiento, ni siquiera todos los que hablan de “transición”. Pero un núcleo muy importante sí está convencido. No se cruza de brazos. Considera que son acciones justificadas y que están dadas las condiciones, en virtud del malestar por las colas y la inflación y por la disminución del respaldo a Nicolás Maduro.
En realidad, en Venezuela siempre ha habido complots y conspiradores. A veces han representado un peligro y otras veces son pura habladurías. Rómulo Betancourt los enfrentó cuando le exigían la renuncia (RR, Renuncia Rómulo) y acuñó su célebre frase “Ni renuncio Ni me renuncian”. Américo Martín al recapitular aquellos acontecimientos justifica la respuesta represiva de Betancourt, aunque considera que “se le pasó la mano”.
Por su parte, los factores de la oposición agrupados en la MUD que no son partidarios de derrocar a Maduro cuestionan en privado a quienes promueven acciones prácticas para concretar “la transición”, tales como la violencia de calle, los disturbios y los pronunciamientos militares. Piensan que ese no es el camino o que son iniciativas prematuras, que tendría como efecto dividir el campo opositor y debilitarlo. Pero han tomado la decisión de no pronunciarse en público porque pudiera perjudicar la unidad en función de las elecciones parlamentarias. Por ello niegan que hayan tenido lugar actos en concordancia con la estrategia diseñada.
La tensión que generan todas estas acciones, omisiones y reacciones profundizan la incertidumbre, lo que perjudica al país entero. Por lo tanto, es necesario impulsar otras formas de hacer política, para lo cual es necesario darle paso al diálogo y a la búsqueda de ciertos entendimientos, cuyo piso mínimo tendría que ser, de una parte, la liberación de los detenidos, y, al mismo tiempo, el compromiso del sector radical de la oposición de no continuar con la estrategia del derrocamiento.
Por supuesto, unos invocarán el peligro de la impunidad y otros el derecho a la disidencia. No es sencillo, es complicado, pero así han sido siempre los procesos de pacificación. Colaboración especial para LatinPress®. http://www.latinpress.es