El sostenido crecimiento experimentado recientemente por la economía norteamericana parece indicar la consolidación de su recuperación, después de los devastadores efectos de la crisis financiera que estalló en 2008. Eso ha llevado a las autoridades de la Reserva Federal a anunciar el fin del programa de estímulo monetario que ha estado implementando durante varios años, por considerar que ya no se necesita seguir creando masivas cantidades de dinero para adquirir bonos del Tesoro, con el fin de inyectar grandes volúmenes de recursos para incentivar la actividad económica.
Ese anuncio ha generado la expectativa de que las tasas de interés subirán en los EE. UU., haciendo cada vez más atractiva la adquisición de dólares, para beneficiarse de su fortalecimiento y del mayor rendimiento esperado.
Ese arbitraje a favor de la moneda norteamericana se potencia por la implementación de políticas monetarias expansivas en Japón y en Europa, economías que buscan estimular su crecimiento a través de la inyección de dinero, tal y como lo hizo la Reserva Federal en años recientes. De esta forma, la conversión de abundantes yenes, euros o libras esterlinas por dólares explican en buena medida la apreciación de la moneda norteamericana con respectos a esas otras divisas durante los últimos nueve meses, siendo esta de 15% a 16% con respecto a las monedas japonesa y británica, y más de 24% con respecto al euro.
Múltiples son las consecuencias de un proceso de apreciación del dólar como ese. Por una parte, los exportadores norteamericanos pierden competitividad, pues sus productos se le encarecen a los importadores de aquellos países cuyas monedas se han depreciado, limitando las exportaciones norteamericanas. Por el contrario, los exportadores europeos, japoneses y latinoamericanos se benefician, pues la depreciación de sus monedas abarata en los Estados Unidos sus productos manufacturados, estimulando sus exportaciones.
Adicionalmente, cuando el dólar se fortalece los precios de los commodities que se valoran y transan en esa divisa tienden a bajar, pues los importadores de los países cuyas monedas se han depreciado tienen que pagar más para obtener los dólares que se necesitan para adquirirlos; ello reduce su demanda haciendo que los precios bajen, máxime ahora que China ha moderado su demanda debido a la desaceleración de su economía.
Si bien el abaratamiento de esos productos básicos beneficia a los consumidores de las naciones que los importan, eso también reduce las exportaciones de los países emergentes que los producen, haciendo que sus monedas se deprecien con respecto al dólar, que sus economías se desaceleren o entren en recesión y que, a la larga, importen menos, en especial de los Estados Unidos.
Eso es particularmente relevante en el caso del petróleo, siendo esa una de las razones que explican el reciente desplome de los hidrocarburos, conjuntamente con la situación de sobreoferta existente.
Por ello, las monedas de los países que exportan petróleo, como el peso colombiano y el bolívar, se han depreciado con respecto al dólar más intensamente que las de otras economías latinoamericanas, siendo la situación del bolívar un caso extremo, debido a la altísima dependencia que tenemos de la renta petrolera.
Eso implica menores ingresos de dólares, una fuerte depreciación de nuestra moneda y el encarecimiento de lo que importamos, traduciéndose todo ello en escasez, mayor inflación, caída de la capacidad de compra de los ingresos de las personas y severas pérdidas patrimoniales, lo cual genera una fuerte recesión, mayor desempleo y empobrecimiento de la población. alma.pa1@gmail.com
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