Lo primero que consideró fue llamar a la policía para denunciar el acoso, pero antes les contó lo que estaba pasando a su esposa y a sus amigos. El día en que habló con los últimos durante el almuerzo, la dama apareció en la esquina siguiente.
—Miren, ¡allí está!
Pero los amigos no podían verla. Su segunda teoría fue que tal vez necesitaba ir al psiquiatra, o bien, lo seguía un espíritu.
Decidió observarla. Si era inmaterial, en algún momento un detalle en su cara, su cabello o la ropa se disolvería, y la delataría como tal. Es difícil imaginar algo con esa asombrosa precisión, y, sin embargo, se podía ver el fondo de sus pupilas negras, cada botón en su overol de pana, la piel estropeada de sus botas, los labios despellejados, y su creciente incomodidad mientras él la revisaba de arriba a abajo. Si era un fantasma, ¿qué indicaba su presencia? Por más que la interrogaba en silencio con un gesto, ella fingía que no lo había visto, cruzaba los brazos y se ponía más nerviosa. Si intentaba hablarle, ella se levantaba y se iba. Continuó con la idea de analizarla objetivamente, en la espera de que al ser cada vez más consciente de ella, la haría desaparecer. Por fin, vio el lunar en su muñeca, una mancha de nacimiento en forma de media luna. Entendió por qué esa extraña familiaridad que, después de todo, le inspiraba. De la cabeza a los pies, era idéntica a él, incluidas cicatrices y remolinos en el cabello: una versión femenina exacta de su persona. Lo veía fijamente cuando él se asombraba ante ella, y parpadeaba en el preciso instante en que él lo hacía. En cuanto notó todo esto, por fin fue capaz de seguirla sin que se esfumara, y no le importó si implicaba llegar tarde al trabajo. Eso no pasaría, porque ella caminó directo a la construcción, y entró en el camper del ingeniero. Lo saludó, dejó su portafolio en una silla, y se inclinó para revisar los planos. Obviamente trabajaba allí, pero la que estaba explicando a su lado era otra versión del ingeniero, una sin ese estúpido corte mohicano que se puso para complacer a su joven novia.
—Creo que me estoy asomando a una realidad alterna en la que soy mujer...
A partir de ese pensamiento, nunca la volvió a ver.
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