Irma Barreto
En agosto de 2010, en Santa Marta de Colombia, con el retrato de Simón Bolívar como testigo de un viraje que jamás absolverá el pueblo venezolano, se llevó a cabo el encuentro entre dos Presidentes al parecer irreconciliables adversarios: Hugo Rafael Chávez Frías y Juan Manuel Santos. Dos puntos esenciales de los acuerdos de aquella reunión marcan la clave de un viraje que apenas hoy, durante una gestación de nueve meses, parece despertar el asombro y la confusión de tantos venezolanos confiados en el lenguaje candente y antiimperialista de su Presidente. El primero de estos acuerdos fue la aceptación de Chávez de que el tratado de cooperación militar con Estados Unidos es un asunto de soberanía que compete a Colombia, mientras respecto a la guerrilla se mostró ajeno al manejo de la política del vecino país frente al más antiguo conflicto armado en Latinoamérica. ¿Acaso no fue la instalación de las bases militares de Estados Unidos en Colombia, durante la administración Uribe, con el propósito de llevar a cabo acciones de inteligencia, espionaje y reconocimiento (IER) en la parte sur del continente, lo que desató las airadas protestas del Presidente Chávez hasta el punto de romper relaciones diplomáticas con Colombia? ¿No fue él quien solicitó del vecino país otorgar a las guerrillas un estatus de beligerancia? ¿Cómo entonces dejar de lado ahora la existencia del Plan Colombia y afirmar que la vía armada no tiene futuro en nuestra América, aun estando intactas las condiciones que la determinaron? Oscuros nubarrones presagian nuevo clima Las explicaciones de estos cambios las ha dado sin ambages el mismo Presidente Chávez al afirmar que la captura del cantautor Julián Conrado tiene que ver “con el nuevo clima que hay entre los gobiernos de Colombia y Venezuela” Y precisó: “No podemos permitir la presencia en Venezuela de ningún cuerpo armado o no, pero que esté fuera de la ley. La detención del rebelde se realizó cumpliendo con nuestra obligación y seguiremos haciéndolo y estoy seguro de que del lado de allá también”. Se trata de una línea política claramente definida: “Son asuntos de Estado, y yo hago votos para que se mantenga las buenas relaciones políticas, económicas, sociales entre dos pueblos que somos hermanos”. Pero los pueblos están ausentes de tales decisiones. Los acuerdos se han efectuado con el ex ministro de Defensa de Uribe, autor de los bombardeos a Ecuador donde masacraron a Raúl Reyes y a muchos otros guerrilleros, y abanderado de la cooperación militar con EEUU. ¿Ha cambiado desde entonces Juan Manuel Santos? En absoluto. Su estrategia de “nuevos mejores amigos” está enmarcada dentro de los lineamientos de Barack Obama de no dar tregua a las guerrillas en ninguna parte del continente. El viraje es, pues, de una sola parte. Y no comenzó con la entrega express de Pérez Becerra, sino que se inició mucho antes. Sin generar mayor ruido, en noviembre de 2010, el gobierno venezolano deportó a Colombia tres personas acusadas de guerrilleros: Nilson Navarro, Priscila Ayala y Oswaldo Espinoza. Expresó entonces el ministro de Defensa colombiano, Rodrigo Rivera, que tal acción “profundiza el proceso de generación de confianza entre ambos gobiernos”, confianza que ha venido acentuándose hasta llegar hoy al plano de acciones conjuntas entre los cuerpos policiales de ambos países, como acaba de ocurrir con el caso de Guillermo Torres Cueter (Julián Conrado). Es ésta ya una demostración de plena colaboración que no deja la menor sombra de duda. Venezuela en el campo de las celadas Desde ahora Venezuela se convierte en el más peligroso lugar de desconfianza para los perseguidos políticos de cualquier parte del mundo. De lugar de refugio, respetado incluso por los nada santos gobernantes puntofijistas, pasa a ser un país temerario donde toda huella será olfateada por sabuesos de cuerpos policiales diestros en exterminio, hermanados ahora en tan siniestra persecución. Doliente demostración de tan satánica medida es hoy Julián Conrado, cuya guitarra empuñada en lugar del fusil en nada ha conmovido al fogoso Presidente Chávez. “Armado o no, será deportado”. Es la nueva consigna del gobierno bolivariano. En su pequeño conuco, cultivando la tierra al calor de su canción vallenata, el militante colombiano se sentía amparado desde hace más de ocho meses en territorio bolivariano, sin presentir la cercanía de su captura en una operación conjunta: ”Llevábamos detrás de él varios años, hasta que por fin pudimos concretar un paquete de inteligencia creíble que nos mostró que estaba en Venezuela; lo compartimos con las autoridades de Venezuela, que de inmediato actuaron”, fueron las declaraciones abiertas del ministro de Defensa colombiano, Rodrigo Rivera. En pocos días, el cantautor estará haciendo compañía a Joaquín Pérez Becerra, director de ANNCOL, y a tantos miles de prisioneros políticos sepultados en los antros carcelarios colombianos. No hay lugar para las sorpresas y ya el Presidente Chávez lo ha ratificado: “Es una política de Estado. Cumplimos con nuestra obligación” El Plan Colombia no se extingue Pese a la decisión de la Corte Constitucional de Colombia de declarar fuera de ley el acuerdo de cooperación militar entre Colombia y EEUU, el Plan Colombia se mantiene vivito y en acción. Según afirmó el Presidente Santos, esta decisión “no afecta en nada la cooperación en marcha entre los dos países”, pues sigue sujeto a “estudio y revisión” y ya sabemos a cuál revisión se pliegan los gobernantes genuflexos ante el amo del norte. Por su parte, el gobierno de Obama, dentro de la crisis fiscal que sacude a ese país, ha acordado una disminución en dólares al Plan Colombia, la cual “no afecta la colaboración en materia de inteligencia ni implica un distanciamiento de EEUU con los propósitos del Plan” Consciente está el Presidente Chávez de estas medidas y sabe a quien sirve la colaboración con los tenebrosos cuerpos policiales de Colombia en la captura de perseguidos políticos como Nelson Navarro, Priscila Ayala, Oswaldo Espinoza, Pérez Becerra, Julián Conrado y tantos ya entregados. Y los que faltan, pues elocuente es su frase tenebrosa “lo seguiremos haciendo”. Desechar las ilusiones, prepararse para la lucha El pueblo venezolano lleva once años de politización continua. Este es un mérito del Presidente Chávez. Ha logrado durante su gobierno transmitir al pueblo confianza en su capacidad de acción. Desde los Consejos Comunales, desde las incipientes cooperativas o “comunas”, los excluidos han aprendido a expresarse a hacer sentir su voz. Y esa voz se elevó con fuerza ante la deportación de un militante revolucionario; fue quemada la imagen de ministros complacientes y la protesta se seguirá haciendo sentir porque las grandes mayorías populares se han venido dando cuenta, paso a paso, de que no hay mesías que actúe en su lugar. El único mesías es el pueblo mismo, el pueblo en acción, llamado a profundizar sus luchas, a organizarse para tomar en sus manos la acción frente a desaciertos de todo tipo, y a cerrar el paso a quienes –regocijándose de tales desaciertos- pretenden abonar a su favor el descontento popular para restaurar un pasado de oprobio. Hoy adquiere vigencia una consigna invocada hace varias décadas por el gran dirigente chino Mao Zedong: ¡Desechar las ilusiones, prepararse para la lucha! Son otras las circunstancias y las latitudes geográficas, pero la naturaleza del enemigo se mantiene intacta: “los imperialistas nunca dejarán de lado sus cuchillas de carnicero”, y –agregamos- jamás les faltará acólitos de viejo o de nuevo tipo que se presten para clavar la estocada. Desechemos las ilusiones¡ Agucemos la propia capacidad de acción!