El informe GET (por sus siglas en inglés) presenta las últimas estimaciones globales y regionales del empleo y desempleo en general, por actividad, por sector social. Publicada en enero pasado, la nueva edición advierte sobre los riesgos de una “recuperación sin empleo”, es decir, sobre un presente donde la mayoría de los países desarrollados y emergentes parecen estabilizarse económicamente sin por eso mejorar la situación laboral de su población.
“El desempleo global se mantiene en un seis por ciento y afecta a unas 202 millones de personas en edad activa”, informa el documento. El fenómeno se debe en parte a que la persistencia del desempleo desalienta la búsqueda de trabajo, en parte a la inversión insuficiente de los sectores público y privado.
La versión original del reporte les dedica a Latinoamérica y el Caribe cuatro páginas (de la 44 a la 48) y los gráficos de la página 110. Sus autores sostienen que, en esta región, la desaceleración de la economía y de la fuerza de trabajo ralentizó el crecimiento del empleo pero no lo detuvo. A lo sumo, el nivel de ocupación se expandirá con más moderación a partir de 2014, mientras la desocupación seguirá descendiendo por lo menos hasta 2018.
En líneas generales, la calidad del trabajo también mejoró en América Latina. En particular, los trabajadores pobres (aquéllos cuyas familias consumen menos de dos dólares por día y por persona) experimentaron “mejoras claras y consistentes en el transcurso de la década pasada). Mientras en 2003 representaban el quince por ciento de la cantidad total de trabajadores en 2003, en 2013 representaron el 6.7 por ciento.
Según esta edición del GET, la mejora “robusta” de las condiciones laborales entre los años ’90 y la actualidad fue producto del fortalecimiento económico regional y de la intervención estatal. Al parecer, a pesar del crecimiento moderado que se registró el año pasado y que se proyecta para el futuro próximo, la precariedad laboral seguirá disminuyendo hasta llegar a menos del seis por ciento en 2018.
A priori son dos los grandes problemas que nuestra región debe enfrentar en materia laboral. El primero, de envergadura global, tiene que ver con las barreras que los jóvenes encuentran a la hora de debutar en el mercado de trabajo. De hecho, “la tasa de desocupación juvenil supera en más del doble a la tasa de desocupación adulta” y, por otro lado, “la calidad de los trabajos difiere entre jóvenes y adultos ya que los primeros concentran la mayor cantidad de empleos precarios”. La OIT no es muy optimista al respecto pues sus proyecciones auguran una disminución muy moderada del desempleo entre los jóvenes: de 2.8 en 2012 a 2.6 en 2018.
La persistencia del trabajo informal es el segundo gran problema que afecta a la región. Si bien reconoce una disminución del fenómeno, la Organización Internacional del Trabajo lo define como un problema “central” pues afecta a uno de cada dos trabajadores. Es más, la entidad reclama la implementación de políticas proactivas capaces de aumentar la productividad laboral al menos un 140 por ciento para conseguir que la informalidad se reduzca a la mitad, “proceso que podría llevar unas tres décadas”.
Hacia el final del apartado dedicado a América Latina y el Caribe, los autores del reporte exigen que el crecimiento económico sea más inclusivo, “aún cuando en el transcurso de la última década varios países de la región hicieron un progreso significativo” en este sentido. “La traducción de los resultados del crecimiento económico en políticas de bienestar social se ha convertido en actividad prioritaria de la agenda política de esta región”, afirman.
Para terminar, Espectadores transcribe los siguientes datos y cifras generales (en su mayoría, copiados de aquí) que permiten calibrar mejor la situación latinoamericana y caribeña.