La frase se atribuye a San Francisco de Asís, al igual que esta otra: no es más rico el que más tiene, sino el que menos necesita.
Llevo varios días dándole vueltas al tema del consumismo. Algunas personas que tengo en facebook pueden estar un poco asustadas leyendo las conversaciones que tengo sobre cosméticos; de hecho, he creado un grupo reconociendo que compro más potingues de lo que podré llegar a gastar en toda mi vida. Pero no hay que dejarse engañar.
Siempre he pensado que el verse bien levanta el ánimo a cualquiera y me parece muy legítimo quien disfruta gastándose su presupuesto en cremas o trapos. Nunca he entendido que se tache a estas personas de superficiales o frívolas, siempre que se cultive también el interior. El exterior importa, no sólo de cara a los demás, sino de cara a uno mismo.
Esta entrada va más allá de en qué gasto mi presupuesto mensual. Va de mis contradicciones internas.
Deseo poco y lo que deseo, lo deseo poco. Esto es lo único totalmente cierto. Lo que mejor me define.
Es cierto que me gustaría tener un coche nuevo porque en el viejo no cabemos. Y una casa más grande. También me gustaría renovar mi armario y comprarme algunos potingues que no necesito. Pero no me va la felicidad en ello. Cuando me compro una chorradita, aunque sea un lápiz de ojos de 1,50 euros, me siento instantáneamente feliz; pero si no me lo compro, lo mismo me da.
No sé si es porque de pequeña estuve enferma y no tenía amigos, o porque hoy día sigo teniendo parte de esos sentimientos...sea cual sea la razón, lo único que necesito para ser feliz es querer y ser querida. Lo demás es superfluo.
De hecho, por mucho que me guste consumir, me parece una inmoralidad gastarse 500 euros en unos zapatos o en un bolso. Y no lo digo únicamente porque no me lo puedo permitir sino porque lo creo de verdad. No puede ser que una parte pequeña del mundo viva en la opulencia mientras el resto del mundo se muere de hambre.
Así soy, con esta dualidad. A quien le parezca mal que no vaya a la última moda, que haya aumentado una talla, que lleve poco o mucho maquillaje, que me guste muchísimo el chandal, le puedo decir que yo, por lo menos, cultivo mi interior (que ya es mucho más de lo que pueden decir algunos). Yo puedo decir, con el corazón en la mano, que deseo pocas cosas y las que deseo, las deseo poco.