No sé, y además me da igual, quién escribió esta letra para Nat King Cole pero no puede ser más confusa ni estar más equivocada. Lo que supongo que Nat King Cole quería decir es que se moría de ganas, que agonizaba de deseo.
La ansiedad y el deseo son sentimientos, mejor dicho, sensaciones completamente diferentes. Para empezar y, casi valdría para terminar, el deseo suma y la ansiedad resta.
Cuando te mueres de deseo, cuando no puedes pensar en otra cosa que lo que deseas, esa sensación te eleva. Es verdad que distrae y desconcentra, cuesta centrarse en las obligaciones pero es una sensación que reconforta. El deseo te calienta, te hace sentir vivo, tener ganas de vivir, de hacer cosas para que pasen las horas, de experimentar, de correr. Cuando el deseo es muy fuerte puedes, incluso, sentir que caminas más ligero. ¡Joder, hasta te ves más guapo! El deseo hace el mundo más brillante, más nítido, más de colores.
Desear a alguien (o algo) es una actitud activa, una decisión que se descubre por sorpresa en uno mismo y que se cultiva, se cuida y se mima porque se sabe frágil. No hay nada más quebradizo que la incipiente ilusión de un deseo. Nunca llega de golpe, nunca te lo encuentras de bruces. Empieza como un pequeño brote, algo que, en un principio puede ignorarse o aparcarse a un lado y, de hecho, cuanto mayor eres más intentas apartarlo. Sin embargo, un buen día descubres que ha germinado y que las ramas se te salen por la boca, los ojos, las manos y los pensamientos. Desde el centro mismo de tus entrañas te hace vibrar.
El deseo te recorre como una corriente eléctrica y revitaliza.Te hace cosquillas. El deseo se comparte, se ve en la cara, se escucha en la voz y se nota en la sonrisa.
La ansiedad se parece al deseo como un huevo a una castaña. Para empezar es traicionera. Ataca por sorpresa, te golpea en la frente, te cae encima como un peso muerto. Un buen día te despiertas y la tienes ahí, sentada a horcajadas sobre tu pecho donde se hace fuerte. Te paraliza poco a poco los órganos vitales. Consigue que dejes de hablar, de comer, de ver y de sentir. Ni siquiera oyes, solo escuchas su voz en tu cabeza "estoy aquí y he venido para quedarme, sin razón aparente, solo para joderte la vida". La ansiedad aterroriza.
La ansiedad te coloniza y te resquebraja. Te cuartea y tienes que guardar cada pequeño aliento, cada bocanada de aire que consigues, para tratar de que los trozos no se separen demasiado y puedas recomponerte. La ansiedad es solitaria, no se cuenta y no se enseña porque ni siquiera te deja hablar. Crees que si abres la boca para decir algo sólo se oirá su voz "jajaja, no seas patético...¿qué vas a decir?"
La ansiedad hace que tu mundo se aplane, se vuelva gris, que la realidad se desenfoque y que no encuentres tu sitio. Con la ansiedad se llora a arcadas, a golpes que te parten el pecho.
El deseo te dice exactamente dónde tienes que estar, dónde quieres estar. Y cuando se colma, si se colma bien, se puede llorar de éxtasis.
En el deseo nadas.
En la ansiedad te ahogas.
Y, para mi que Nat King Cole hacía largos en el deseo de una TSNR a punto de resolverse.