Cada día supone una oportunidad de aprendizaje para tu hijo. A veces se mostrará confiado y otros días ansioso e indeciso. Debes mostrarte sensible a sus cambios de humor y ajustarte a su enfoque hasta que tenga una edad en que sea capaz de controlarlos él mismo.
Lo que tu niño más desea es tu compañía. Él querrá mirarte y adora estar contigo. Pero, procura que tu ilusión porque aprenda, no te lleve a presionarlo sin querer. Intenta evitar que haga algo cuando se muestre demasiado cansado o hambriento para concentrarse. Tu empeño puede terminar en lágrimas, no en progresos.
A esta edad, los niños son muy divertidos y tienen un gran sentido del humor, y te seguirán fácilmente si te decides por la sencillez. LA risa es un gran catalizador del aprendizaje porque significa que tu hijo se divierte. Cuando los niños disfrutan, se concentran más en la experiencia. El humor es una manera de calificar las experiencias y distinguirlas, lo que contribuye a su recuerdo. Ser capaz de distinguir entre lo que debe ser y la alternativa sencilla demuestra la capacidad de razonamiento que empieza a desarrollar tu hijo, y que comprende que hay diferentes maneras de ver el mundo. Sin embargo, a esta edad los niños se emocionan en exceso con facilidad y necesita ayuda para comprender cuándo se están pasando de la raya. Puedes darle una pista mediante el tono de tu voz o la expresión facial, o descansando durante un rato, tras un período de carcajadas, para que se relajen.
Tu orientación
Tú eres un modelo de conducta muy importante para tu hijo. A esta edad, no sólo imitará lo que quieres que haga sino muchas cosas que preferirías que no hiciera. Uno de los métodos más eficaces de devolverlo al “buen camino” es enseñarle lo que quieres que haga.
Cómo aprende tu hijo de ti:
¿Le cuesta ponerse los calcetines o los zapatos? Enséñale cómo te pones los tuyos.¿Se le cae mucha comida en la mesa? Enséñale cómo te llevas la cuchara a la boca.¿Le cuesta esperar su turno? Muéstrale cómo se hace.
Este período de aprendizaje consiste en mostrar, no en explicar. Deja que tu hijo mire, observe y pruebe por sí mismo. Con ánimos en lugar de críticas, al final lo conseguirá. Es el momento ideal para implicar a otros niños ya que, a esta edad, tu hijo puede estar muy unido a sus hermanos mayores y le encantará imitar el comportamiento de los niños o las niñas más grandes que él.
Límites de comportamiento
Conseguir que tu hijo se comporte como tú, y la sociedad quisiera, requerirá meses y hasta años. Llevado al extremo, enseñar el comportamiento adecuado se conoce como disciplina. Es bueno recordar que regañar no debería consistir tanto en controlar al niño como en reforzar las lecciones que le has ido enseñando sobre cómo comportarse y controlar sus emociones. Durante estos años, el procedimiento es muy sencillo. Establecer límites de comportamiento, para que el niño tenga claro lo que puede y no puede hacer, es la primera etapa en el proceso de enseñarle habilidades sociales y de relaciones.
Cuando estableces un límite, tu hijo aprende que hay un punto que no puede rebasar. Cuanto más claros y coherentes sean tus límites, más pronto aprenderá que “no, significa no”. Al establecer límites, también aprende sobre la autoconciencia y desarrolla la comprensión de que puede elegir cómo comportarse, y que las diferentes elecciones tienen diferentes consecuencias. Principios para técnicas de comportamiento adecuadas:
· Establecer límites claros.· Recompensar el buen comportamiento.· Ignorar el mal comportamiento o aplicar consecuencias claras.· Ser coherente en tu enfoque.
Muchas veces, es así de simple, aunque en el momento no es fácil atenerse a esta filosofía. Si no estableces límites para el comportamiento de tu hijo, él intentará establecer los suyos propios, forzando tus límites. Esto sucede porque, para sentirse seguro, necesita saber en qué posición se encuentra. Unos límites de comportamiento y una rutina son la pareja ideal. En cuanto tu hijo se haya familiarizado con una rutina, sabrá qué puede esperar (baño, pijama, cuento, dormir).