La ineptitud del gobierno empieza a resultar insoportable para todos: para la sociedad española, para los socios de España en el mundo y para la economía internacional.
Zapatero no deja de afirmar que él tiene suerte y que siempre gana. Debe ser el argumento que necesita para disimular su malísima fortuna (excusa innecesaria, acusación evidente), demostrada con creces a lo largo de su gobierno, en el que ha estropeado todo lo que tocaba. Había planificado cuidadosamente que el anuncio de la reforma laboral coincidiera con la victoria futbolística de España contra Suiza, para disimular así la pérdida de derechos de los trabajadores y la demolición de su política social, pero el destino le deparó un derrota en lo deportivo y una derrota, todavía peor, en lo político y en lo social, con una reforma que no solucionará ni uno solo de los problemas laborales que impiden a España despegar y crear empleo.
El de Zapatero, además de un gobierno sin fortuna, es un gobierno torpe. El problema de España es de crecimiento y no de despido, pero la reforma únicamente ha afrontado el problema del despido, abaratándolo, pero a costa de las finanzas públicas, sin crear una nueva modalidad de empleo que permita a las empresas contratar masivamente sin contraer obligaciones insoportables para tiempos de incertidumbre y crisis.
Casi la totalidad de los economistas y expertos repite sin cesar el argumento clave de nuestra economía, pero Zapatero y su gobierno permanecen sordos y ciegos: "Si España no crece, no creará empleo y sin crear empleo tendrá que necesitar enormes masas de dinero para subvencionar el paro, lo que le obligará a pedir dinero en los mercados sin poder pagarlos, lo que lleva directamente al colapso y a la bancarrota".
Todo el mundo sabe, menos Zapatero, que lo que España necesita es ser más competitiva y reactivar su economía. El país, mal gobernado, está siendo llevado, con firmeza desoladora, hacia el matadero.
Zapatero aparece hoy ante muchos españoles como un desgraciado que estropea todo lo que toca y que ha hundido con sus decisiones de gobierno la economía, el empleo, el prestigio de la política y de los políticos, el prestigio internacional de España, la credibilidad, la confianza y la esperanza.
Pero lo peor del "desgraciado" Zapatero es que el día de hoy puede ser todavía peor que el de ayer, aunque eso parezca imposible. Bruselas, que analizará la reforma laboral recién aprobada, y los mercados, que tendrán que asumir una subasta de deuda española a largo plazo, le harán saber con claridad que sus medidas son inútiles e insuficiente.
El "pobre" Zapatero ha asumido todo el desgaste de hacer la reforma, pero sin solucionar ni uno solo de los problemas, ni obtener reconocimeinto alguno por su esfuerzo. Es el fruto de la torpeza.
La nueva reforma, aprobada ayer bajo presiones de Europa y del Fondo Monetario Internacional (FMI) es un bodrio que no soluciona problema alguno ni gusta a nadie. Había que solucionar tres problemas y abrir una esperanza, pero no ha hecho nada de esos. Los tres problemas eran la "negociación colectiva", rígida y centralizada, lenta e incapaz de adaptar el mercado a las peculiaridades de cada empresa; la terrible "dualidad" que separa a los trabajadores españoles en "fijos" y "temporales"; y crear una "flexibilidad para la contratación" que se adaptara a los tiempos de crisis y quitara a los empresarios el miedo a contratar.
La reforma no soluciona ninguno de los problemas y únicamente abre una vía para que las empresas agobiadas expulsen a sus trabajadores con menos indemnización.
Todo un desastre más para la arrodillada España y para un gobierno que está abrasado, que concita el desprecio y el rechazo de la mayoría de los españoles y que ya solo cuenta con el sostén de los cientos de miles de enchufados que ordeñan a diario la teta del Estado sin aportar nada útil y de los millones de fanáticos sin cultura y cargados de odio que, para desgracia de España, constituyen el principal soporte político y social de la izquierda en el poder.
Con sus errores y daños a España, Zapatero está logrando el "milagro" de que muchos españoles olviden las miserias del Partido Popular, un partido decepcionante e incapaz de ilusionar con sus propuestas y planteamientos, y se sientan dispuestos a votar al mediocre Rajoy, sólo para librarse de un Zapatero que es visto cada día por más gente como la peor "plaga" de España.