La crisis mundial que llegó para quedarse en 2008 fue la excusa perfecta para que en esos mercados globales muchos hicieran su agosto y otros muchos lo perdieran todo. Porque comprar barato implica que otros se vean obligados a vender por debajo de los costes de producción, algo inviable para garantizar la continuidad de cualquier empresa. A menos que esas empresas consientan saltarse algunas reglas para tratar de ser más competitivas frente a las empresas de su mismo sector: trasladando sus plantas a países en vías de desarrollo, reduciendo su plantilla, abaratando salarios, reduciendo o eliminando beneficios a sus empleados, vulnerando la ley de prevención de riesgos laborales, desatendiendo la vigilancia de la salud de sus trabajadores o incrementando las exigencias de producción por cada jornada laboral, aunque el trabajador deba quedarse más horas de las pactadas que después no se le abonarán.Si en pequeñas y medianas empresas estas prácticas se podrían llegar a entender (que no a justificar) por la fuerte presión fiscal que padecen y la mucha burocracia innecesaria que nos gastamos en este país para realizar cualquier trámite, cuando se trata de grandes empresas o de multinacionales, la única reacción que nos provoca es el escándalo. Porque estas compañías no tienen ningún problema de liquidez, ni carecen de la tecnología más vanguardista, ni de empleados con el suficiente talento para seguir haciéndolas crecer exponencialmente. Tampoco han de soportar la misma presión fiscal que las pymes. Mas, sin embargo, son las que recurren a medidas más drásticas a la hora de tratar de ser más competitivas. La mayoría de estas empresas han hecho de la externalización de servicios su modus operandi. Ellas ponen la marca, pero el trabajo lo hacen sus subcontratas, ya sean empresas de externalización propiamente dichas o empresas de trabajo temporal. Ellas se limitan a pagar por un servicio, pero quienes asumen los riesgos son las empresas que les venden ese servicio y los que acaban pagando todos los platos rotos son los empleados que lo realizan. En otros casos, sí son esas empresas quienes contratan directamente a sus empleados, pero lo hacen en unas condiciones lamentables: aprovechándose de que los candidatos a contratar han acabado hace muy poco sus estudios y cumplen los requisitos para ofrecerles un contrato de prácticas (que les permitirá cotizar por esa persona bastante menos y pagarle un salario mucho más bajo), prejubilando a edades muy tempranas a sus empleados de toda la vida y reduciendo a la mínima expresión el contacto directo con los clientes. Es el modelo que adoptan la mayoría de los bancos.
También olvidamos que tenemos un alto porcentaje de población que supera los 75 años y que, cada año que pasa, también crece el número de personas que alcanzan los 100 años y lo hacen en condiciones bastante aceptables. Cierto es que siempre podemos encontrar alguna persona de 90 años que esté muy familiarizada con internet e incluso con las redes sociales. Pero son la excepción y no la regla. Porque entre los menores de 40 o 50 años, también encontraremos personas que no hayan utilizado en su vida un ordenador y apenas utilicen su móvil para entrar en Facebook, mirar vídeos de Youtube y enviar mensajes por WhatsApp.A veces los bancos no entienden que haya personas que no se aclaren con el cajero automático y que prefieran ir a ingresar o retirar dinero a la ventanilla donde les pueda atender una persona en lugar de una fría pantalla que no les inspira ninguna confianza. Tampoco entienden que algunos de sus clientes se nieguen a sustituir sus libretas de toda la vida por las tarjetas que se niegan a utilizar, por muy prácticas que sean. Y el colmo de todo es lo que se están encontrando últimamente muchos jóvenes que empiezan a trabajar por primera vez al personarse en una entidad bancaria para abrir una cuenta en la que poder domiciliar su primera nómina: les ponen mil impedimentos. Les piden el contrato de trabajo, les acosan a preguntas y acaban diciéndoles que tienen que estudiar su solicitud y que les darán una respuesta en unos días. Increíble, pero cierto.Antes, por domiciliar una nómina o unos cuantos recibos, cualquier banco ofrecía regalos. Ahora te cuestionan y estudian tu solicitud para asegurarse de que les ingresarás tu sueldo cada mes. Lo nunca visto… Luego nos venderán sus lemas a todas horas en los anuncios millonarios que difunden por las televisiones y por internet, igual que hacen en sus webs o en sus campañas publicitarias todas las empresas de servicios de este país y del resto de países desarrollados del mundo. Todos enfocan la atención en las personas, jugando con sus emociones, dando a entender que ellos las priorizan a todo lo demás. Pero, en verdad, las personas hemos pasado de ser uno de los tres pilares fundamentales de las empresas a piezas perfectamente sustituibles por otras que resulten mucho más baratas y menos incómodas.
Estrella PisaPsicóloga col. 13749