Tú y tus amigos entráis en un bar. Os sentáis y al acercarse el camarero pedís rápidamente las bebidas, porque afuera es verano y la temperatura es casi de treinta grados. A tí se te ocurre ordenar una Coca - Cola ignorante de la extraordinaria reacción que acabas de iniciar en uno de tus colegas. Madre mía pero qué inconsciente. Petrificado observas la culminación de ese proceso cuando el interfecto se eleva sobre la silla culeando hacia atrás y te espeta: "¡Estás loco! ¿Pero cómo se te ocurre pedir esa cosa, no sabes que se pueden limpiar monedas con eso?"
Tú estás avergonzado ante tu desconocimiento, pero intentas defender la petición de Coca Cola aludiendo que todo el mundo sabe que eso es un mito. La bebidas llegan y tu colega te reta a que metas una moneda sucia en tu espumeante brebaje. Al final cedes, primero para que te dejen en paz de una vez, que qué coño, ya que te la vas a pagar tú que menos que pedir lo que quieras. Y segundo porque tus otros amigos están jaleando el experimento parapetados cobardemente tras sus vasos de inocua cerveza. Sacas la moneda. La tiras dentro del vaso. Y la sacas temblando. Limpia, hermosa, como recién hecha. Brillando con el hermoso resplandor de la unidad de intercambio comercial por excelencia. "Lo ves, te lo dije. Anda pídete una birra o una fanta, que al menos no te matarán con 30 años"
Y así queda la cosa. El experimento se ha saldado con un amigo erigido como tocapelotas real y encima tú te has quedado sin Coca Cola, y con la pabara en la boca. ¿Te resulta una imagen familiar?
- ¿Oh, Dios mío Dr. Gonzo cómo podría haberlo evitado?
Fácil, queridos. Leyendo este interesante artículo sobre la propiedad limpiadora del icónico refresco.
Veamos. Es cierto que la Coca - Cola es capaz de limipar algunos metales, entre ellos los de las monedas. Esto se debe a uno de sus componentes: el ácido fosfórico [H3PO4]. El ácido fosfórico se utiliza como acidulante para darle un toque más refrescante a la bebida y contrarrestar el excesivo dulzor de algunos de sus otros ingredientes. El ácido fosfórico sustituyó a principios del siglo veinte al ácido cítrico cuando John Pemberton se dió cuenta de que así abarataba costes de producción. La leyenda se forjaría durante los 50 y 60, cuando conductores, motoristas y camioneros la utilizaban para pulir los parachoques y demás superficies cromadas de sus vehículos. El ácido fosfórico reacciona con el cromo formando una capa superficial y brillante de fosfato de cromo. De hecho, las pinturas antioxidantes que se utilizan hoy día tienen su dosis de ácido fosfórico. Pero el ácido fosfórico no es en modo alguno dañino para el ser humano, ni dado el caso, para ningún animal. De hecho el fósforo es un elemento en extremo beneficioso para el organismo. Entre otras cosas forma parte de los ácidos nucleicos, es clave para múltiples reacciones de modificación de moléculas, conforma el ATP (el combustible metabólico) y el AMPcíclico (uno de los principales mensajeros intracelulares), etc... Y aunque existen grandes reservas del mismo en forma de sales almacenadas en el esqueleto el aporte extra de la Coca Cola siempre viene bien. Así que ya saben. La Coca Cola te puede matar por su increíble aporte calórico, por su sabor dulzón o por beber un sorbo con la boca llena de mentos. Pero no por el ácido fosfórico.
Para Pablitania, In memoriam.